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Pepu Hernández: "El baloncesto puede ser un refugio en la tormenta"

• Oct 11, 2023, 5:52 AM
20 min de lecture

José Vicente Pepu Hernández (1958, Madrid) dirigió 11 años seguidos al Estudiantes (12 en total y 13 en ACB con paso por el Joventut) antes de dar el salto a la Selección para capitanear al equipo que conquistó el primer oro mundial para España en 2006. Como hijo del Ramiro, de la cantera y del patio de colegio, el madrileño defiende a capa y espada la formación, a sus entrenadores: "Es fundamental que reciban un reconocimiento", asegura en esta entrevista por su inclusión en la tercera edición del Hall of Fame de la FEB en colaboración con el diario AS. Su amor por el ba-lon-ces-to, como dijo en el acto de celebración por la hazaña de Saitama, está fuera de cualquier duda.

¿Qué significa para usted ingresar en el Hall of Fame del baloncesto español?

Es un orgullo tremendo. El poder estar, no solo en esta promoción, sino con los nombres elegidos en las anteriores, y en una tan significada como esta, es un orgullo extraordinario. Una satisfacción increíble. Siempre he pensado que la gente del baloncesto no necesita reconocimientos, pero este es muy agradable. El poder estar con la gente que me ha precedido me parece un sueño.

Quiero agradecer principalmente como entrenador de formación, no como uno de élite. Para mí es fundamental que ellos reciban un reconocimiento y si lo puedo yo agradecer por todos, bien. Son importantes para que todos estos jugadores que están tan bien reflejados en estos premios, recuerden y reconozcan de dónde vienen y quién ha trabajado con ellos desde muy jovencitos.

Con este honor se le reconoce como uno de los mejores entrenadores de la historia, ¿se siente así?

No sabría cómo enfocarlo porque es una distinción importante. Estar con la gente que me ha precedido como Antonio Díaz-Miguel, Lolo Sainz, Pedro Ferrándiz o Javier Imbroda, este año voy con Maljkovic, para una chavalín que fue al Ramiro a los ocho años y que quiso ser entrenador desde muy jovencito, es una satisfacción tremenda. Es un enorme reconocimiento y no solo para mí, sino para todos los entrenadores de formación. He sido un tipo muy afortunado en el mundo del baloncesto y siempre lo agradeceré. Era impensable que yo fuera seleccionador nacional o entrenador de ACB 13 temporadas o 20 como entrenador ayudante.

Llega a los banquillos a los 15 años, ¿fue amor a primera vista?

No. Lo que quieres siempre es jugar y ser muy bueno. Estar en las grandes categorías. Pero luego te das cuenta de que hay muchos mejores que tú (ríe) y que no vas a poder llegar, pero que en el mundo del baloncesto se está bien. A mí me gusta mucho hablar del hábitat del baloncesto, un sitio que puede ser un refugio en la tormenta. Un sitio donde crecer, formarte como persona, educarte.

¿Existe soledad en el banquillo?

Hay momentos. Pero son solo eso, momentos, afortunadamente porque al final te das cuenta de que estás rodeado por gente muy válida. En un equipo nunca hay soledad. O muy rara vez. Además, el mundo del baloncesto protege a su gente. No hay depredación, sabes que vas a estar bien. Es un mundo amable. Por eso yo no me he sentido solo. ¿Hay momentos puntuales? Sí, porque hay un problema que tienes que resolver tú solo.

¿Qué es el Ramiro de Maeztu para usted?

Tanto el Ramiro como el Estudiantes los catalogo de la misma manera: es mi club, pero es mi colegio. Y en el Ramiro teníamos asignaturas como latín, griego, filosofía y baloncesto, que ha sido muy importante en mi vida y también en la vida de otros. Que nos enseña cosas que a lo mejor no están en los libros de texto: a convivir, a ser solidarios y generosos, a compartir, trabajar en equipo, que no es fácil.

Cuando yo recibo mi educación no está en la dirección de colaborar. Sí, sabemos que hay gente alrededor, pero que cada uno se las apañe como pueda. Y el baloncesto a mí me ha enseñado que no, que eso no es verdad. No puede ser verdad. No debería serlo. Sino que la colaboración, el trabajo con los demás te hace enriquecerte y triunfar.

Cuando hay triunfos del deporte colectivo, esa sensación de colaboración, de complicidad con tus compañeros te enseña cosas más allá del deporte. Socialmente, también ha significado mucho para el país: cuando hemos visto esos triunfos colectivos, hemos dicho ‘c…, si somos capaces de hacer cosas juntos y hacerlas bien’. Ha servido de ejemplo para muchos.

Cuando le comunican que va a ser primer entrenador del Estudiantes, ¿cuánto le temblaron las piernas?

Mire, me temblaban las piernas cuando existía la posibilidad de ser el próximo entrenador del Estudiantes por una serie de problemas. Me cabreé mucho con mis directivos. Les dije que no estábamos preparados. ‘No lo habéis hecho, ¿por qué queréis ahora poner a entrenadores de base cuando no nos habéis preparado realmente para eso?’, dije. Es necesaria una preparación previa.

A mí me sentaba muy mal eso, cuando había una posible terna de entrenadores para dirigir al primer equipo. No lo entendía. No podía ser una sorpresa, sino una dinámica de club, que muchas veces se mantuvo y la gente se preparaba.

No me temblaron las piernas porque ya había estado seis años de ayudante de Miguel Ángel Martín y los dos habíamos hablado mucho de esa posibilidad, de que yo fuera detrás de él porque él tenía un trabajo fijo y no se iba a dedicar al 100% al baloncesto. Yo sí lo podía hacer. Nunca se está preparado del todo, pero para mí fue una cuestión lógica en la dinámica del club en esos momentos. Fue una grandísima responsabilidad porque en el momento que eres primer entrenador empiezan unos problemas que no tienes como ayudante. Pero me sentí muy bien. Hasta 11 temporadas estuve como primer entrenador y eso no es un récord habitual.

¿Ser el Estudiantes, del Ramiro, te convierte en antimadridista?

No. Hay una rivalidad, completamente lógica, pero también en el Estudiantes sabemos dónde estamos. Muchos de nuestros jugadores han acabado ahí y, gracias a dios, el dinero que entraba nos permitía sobrevivir y tener cantera. Una continuidad. Esos jugadores que han salido del Estu al Madrid o a cualquier otro equipo han sido importantes en la historia del club. Dejaba la sensación de que en el Estudiantes había siempre cantera, siempre jugadores de un nivel muy alto como se ha demostrado en muchas ocasiones en la Selección.

No es necesario ser antimadridista. Yo era socio del Real Madrid porque mi padre me hizo el carnet. Ningún problema. Yo no iba o no usaba el carnet, pero él se empeñaba en pagármelo. Y lo hizo durante mucho tiempo. Era muy insiste. Podía tener problemas económicos, pero ese carnet me lo seguía pagando. Yo le decía ‘papá, ¿por qué me haces esto? Si estás apurado de dinero, ¿por qué me lo estás pagando?’ Me decía que le dejará en paz (ríe). Eran cosas suyas. Él era socio del Madrid desde el año 35.

Cuando habla de cantera, usted no solo ha tenido buenos jugadores, sino algunos de los más icónicos del baloncesto español. Le hablo de Nacho Azofra, Carlos Jiménez, Felipe Reyes, Alberto Herreros…

Son muy importantes en la historia de España. Por eso me siento muy afortunado porque he aprendido de esos jugadores. Con algunos he estado muchísimo tiempo, como con Nacho Azofra, que le entrené tres años en juveniles y luego lo tuve en el primer equipo. Y son gente que ha llegado a la Selección. Siempre he tratado de aprender de los jugadores porque nunca fui capaz de hacer lo que hicieron ellos. Me interesaba muchísimo saber qué es lo que sentían, qué pensaban: eso era fundamental para mí. Escucharlos. Y eso era importante para conseguir el baloncesto que ellos pudieran desarrollar. Tanto en el Estudiantes como en la Selección. Para mí era muy importante que desarrollaran su talento y su capacidad, su compromiso y su implicación. Y cuando pones de acuerdo a todos, pues es mucho más sencillo. Para mí ha sido fundamental la aportación y los conocimientos de jugadores como Felipe (Reyes) y Pau (Gasol), que en esta gala también están premiados.

Y estuvo 11 años seguidos como entrenador del Estudiantes, una de las grandes etapas en la historia del club. ¿Cuál fue el secreto?

Las cosas no fueron mal. En 11 años pusimos a 22 canteranos en el primer equipo, una media de dos por temporada. Pesic, incluso, me dijo una vez que eso no lo habían hecho ni en Yugoslavia. Era llamativo. Y muy buena noticia para la gente del Estudiantes. Podíamos hacerlo porque con el séptimo, octavo presupuesto de la ACB quedábamos cuartos, terceros o segundos de la competición. Estábamos prácticamente siempre en el playoff, estábamos siempre en la Copa del Rey, salvo en una ocasión en la que dije que lo consideraba un fracaso y punto. Jugamos muchas semifinales en esos 11 años. Incluso una final contra el Barcelona. Ganamos una Copa.

En el Estudiantes no siempre puedes tener el mejor puesto de pesca, pero si lo tienes, alguna vez pescarás algo. Había ambición por ser cada vez mejores y mantener una buena línea. Los resultados eran buenos y eso facilitaba la confianza de la gente del club, de los jugadores. Incluso, fichábamos a muchos jugadores que no podíamos esperar tenerlos, que querían estar en el Estudiantes aun cediendo un poco económicamente porque sabían que su promoción personal y su mejora técnica y deportiva iban a ser muy importante. Y para nosotros, miel sobre hojuelas.

No sé si el ambiente de los partidos en casa de la final contra el Barcelona fue lo más increíble que se pueden vivir en un cancha de baloncesto.

Muy difícil de vivir esa sensación de apoyo total. El seguimiento de nuestros aficionados fue tremendo. Creo que iba más allá, que no solo contábamos con nuestra gente, sino con mucha más. Pero el reconocimiento, incluso, que tuvieron mis jugadores y yo en los partidos en el Palau Blaugrana fue también fantástico y lo agradecí un montó. Perder contra ellos, en el quinto partido, te fastidia, pero si lo haces contra un Barcelona campeón ese año de la Copa, la Liga y la Copa de Europa, puedes considerarlo dentro de lo normal.

Yo viví un ambiente similar en el Palacio cuando eliminados al Maccabi para presentarnos en la Final Four de Estambul 92. Era entrenador ayudante de Miguel Ángel. Fue un año fantástico porque quedamos también campeones de la Copa. Que un equipo como el Estudiantes, de patio de colegial grande como solía decir siempre, estuviera ahí era algo tremendo. Lo que representó para nosotros, para la Demencia.

El asunto del Estudiantes pinta feo ahora…

Es una etapa más dentro de los 75 años de historia del club. Es distinta, sin lugar a duda. Nunca se había descendido. Es compleja, difícil en el asunto económico que ha influido demasiado en el aspecto social y organizativo del club. Cuando las cosas van mal económicamente, empiezan los recortes. Siempre hemos tenido unos excelentes apoyos externos, tenemos un patrocinador extraordinario ahora con Movistar. Ojalá mantenga su apuesta por los valores que tiene el club, no por los resultados, para recuperar una categoría que creo que es la nuestra y seguir así produciendo jugadores de máximo nivel para la Selección, que es imprescindible. El Estudiantes, en estos 75 años, ha pasado momentos muy agobiados. Aunque no ha perdido la categoría era agobiante la cuestión económica. Ojalá salga pronto de esta.

Dicen que tenía un toque muy especial con los americanos.

No tenía un buen inglés, pero viviendo en Canillejas mis amigos desde pequeñito eran de la base de Torrejón de Ardoz. Jugaba al béisbol, un poquito baloncesto y tenía buena comunicación en inglés. Para mí era fundamental tener una buena relación con los jugadores. Los americanos que venían sabían que era un buen sitio para promocionarse. Pienso que todos se sintieron muy felices porque se sentían acogidos, comprendidos.

Incluso no necesitaban ser titulares. Thompson o Shaun Vandiver muchas veces no salían de inicio, lo hacían nuestros jóvenes o canteranos y, luego, con el partido ya más trabajado, entraban a hacer su labor. Y hacerlo bien porque se sentían bien, en un buen sitio, en una familia tanto dentro como fuera de la cancha. Se fomentaba una buena relación. También las condiciones del club eran propicias. Todo eso ayudaba mucho porque ese run-run de comentarios entre ellos, en los que se decían que fueran al Estudiantes, era bueno para nosotros.

Y llega la Selección. No sé si queda feo decir que esa generación, ese grupo necesitaba su mano para dar un paso más hacia adelante.

No. No. Necesitaba una puesta en común, pero no mi mano. Por eso le digo que he sido un tipo muy afortunado. Para mí fue una cosa extraordinaria llegar a ser seleccionador. ¡Un chavalín del Ramiro desde los ocho años! Como ya lo había sido Antonio Díaz-Miguel. O como Ignacio Pinedo que lo fue de la Júnior. Luego Aíto García Reneses.

Cuando llegué al puesto, dije que no era solo mi baloncesto, sino también el de los jugadores que iban a integrar la Selección. Hubo una dinámica muy buena. Había una sensibilidad extraordinaria, un convencimiento y un compromiso que se han mantenido a lo largo de todos estos años con éxitos maravillosos, pero en ese momento se necesitaba, quizás, para dar ese paso que no se pegaba. Se formó un estilo que afortunadamente se mantiene en el tiempo. Que no es táctico, sino espiritual.

El fallecimiento de su padre llega antes de la final. ¿Sintió que el partido era algo más para usted? ¿Qué necesitaba ganar para dedicárselo?

Intenté que no. El fallecimiento de mi padre lo sabían, en un principio, el presidente de la federación y mis entrenadores ayudantes porque quería que estuvieran preparados por si acaso empezaba a hacer cosas que no había hecho habitualmente. O por si me despistaba. No me sentí mal en la final, fue después. Era un sentimiento contradictorio de alegría tremenda, pero de tristeza. Algo muy complicado de mantener. Pero me sentí bien durante la final. Hicimos nuestro trabajo, me ayudaron mucho los jugadores con un trabajo extraordinario.

No me sentí despistado ni pensando en otras cosas. Me hubiera gustado que mi padre lo hubiera disfrutado, pero al final del partido pensaba más en mi madre y en mi hermano, que seguro que se alegraron muchísimo, pero con la tristeza de haber perdido a su marido y padre.

¿Le dolió su forma de salir de la Selección?

Sí. Porque en un principio comuniqué que la dejaba en el periodo que yo creía que había que anunciarlo porque, primero, así lo decía mi contrato y, segundo, siempre me ha parecido fundamental que la Selección tenga un seleccionador aunque fuera en un periodo sin competición porque hay mucho trabajo que hacer. El trabajo previo es fundamental, el de antes de la competición, durante la temporada y eso lo está demostrando Sergio (Scariolo), que está haciendo una labor extraordinaria: la gente llega muy preparada a la Selección. Pensé que después de los Juegos de Pekín no habría el mismo seleccionador e inmediatamente debía haber otro.

Es maravilloso entrenar a la Selección, trabajar con el equipo nacional, con el equipo técnico y con este grupo de jugadores, pero sabía que no podía hacerlo con ese presidente (José Luis Sáez). El conflicto que vino después de ‘a mí no me dimite nadie’ y ‘ahora te vas a enterar’ (de Sáez) fue muy desagradable. Por lo tanto, ese proceso, que yo consideraba natural y normal, se convirtió en algo no deseado.

¿Qué opina de las Ventanas?

Una complicación más por la que el baloncesto ha pasado… y pasará porque alguna más habrá. La solución al problema del calendario es buscar formas para conciliar. Y esto no ha sido así, fue un vamos a tirar por medio y haber qué pasa. Fue peligroso. Fue una vuelta de tuerca más, una complicación. El baloncesto ha pasado por muchas crisis y ha sobrevivido de una forma muy sana. ¿Qué se puede hacer mejor? Sí. El baloncesto es como nosotros queramos  que sea.

¿Se arrepiente de su segunda etapa en el Estudiantes? (Fue en la 2011-12. Pepu no acabó la temporada y el Estu descendió por primera vez en su historia).

No me arrepiento de nada de lo que he hecho. Es cierto que me lo tendría que haber pensado un poquito más. Creí que estaban solucionados algunos problemas. Sabía que económicamente no estaba resuelto del todo, pero que socialmente sí estaba mucho más arreglado. Fue una etapa complicada y difícil donde no había soluciones en lo económico ni tampoco en lo social.

A mí me sentó muy mal, aunque nos recibieron de maravilla, pasar todo el año entrenando en Coslada. Todo un año yendo solo al Palacio para competir. Y muy aislados del Ramiro, de lo que es mi casa, de lo que es mi familia… Parecía que estábamos de prestado toda la temporada y eso era muy difícil de gestionar tanto para el cuerpo técnico como para los jugadores.

¡Cómo le vas a decir que no a tu propia casa! Hay cosas que tienes que hacer y las haces, pero si es cierto que me lo tendría que haber pensado un poco más o haber atado mejor algunas cuestiones. Por ejemplo, no teníamos dinero para fichajes a principio de temporada, pero a los dos meses, sí, pues hombre… Esto lo podríamos haber solucionado antes. A lo mejor no hicimos el equipo que necesitábamos. ¿Error mío? Por supuesto, pero también por circunstancias que yo pensaba que estaban mejor. No es tirar balones fuera. Seguro que lo podría haber hecho mucho mejor.

No sé si ya se ha olvidado de los banquillos, que es una etapa cerrada en su vida.

No tengo el gusanillo de la competición, aunque volvería a competir. No es algo que me cueste ni haya descartado por completo. Echo mucho de menos el entrenamiento. Es fundamental para mí y trato de solucionarlo con colaboraciones donde trabajo técnica individual, pero ese día a día me parece importante.

Me gusta mucho colaborar con los nuevos entrenadores, hablar con ellos, recomendarles, tutelarles si se puede decir así. Es fundamental para nuestro baloncesto que los entrenadores jóvenes y de formación sean valorados y no solo por sus conocimientos tácticos, sino también por el trabajo individual que hacen para mejorar a los jugadores. No podemos dejar la técnica individual a lo que ven los chavales por la televisión.

¿Por qué se mete en política como candidato a la alcaldía por el PSOE?

Por espíritu de colaboración. Como un servicio público a mi ciudad, a Madrid. Tratar de colaborar para solucionar los problemas que había. Conocer más mi ciudad. Vivo desde hace más de 60 años aquí y creo que la conozco… pero no. Madrid es inabarcable. Es extraordinaria en lo bueno y en lo malo. Es una ciudad muy especial, grandísima, donde me ha sorprendido cosas que no me esperaba. Me podía imaginar que había problemas, conflictos en alguna zona, pero no que hubiera tanta desigualdad por ejemplo. Y la cuestión era tratar de echar una mano para solucionar eso. De ser empleado de los madrileños.