El regreso de La Caixa: una operación urdida en silencio para generar mucho ruido

La dimensión del poder que ostenta Isidro Fainé (Manresa, Barcelona, 82 años) es comparable a la discreción con la que lo ejerce. “Procuro no hacer discursos salvo cuando es necesario”, reconoció hace años en una de sus escasas intervenciones públicas en Barcelona. Las bambalinas son su elemento, y hay que saber mirar para darse cuenta de hacia dónde dirigirá sus pasos. A finales del pasado mes de octubre Fainé, presidente de la Fundación Bancaria La Caixa, firmó la renovación de un convenio con la Generalitat para invertir en proyectos sociales: una firma anodina, que se repite anualmente, pero que desde hacía varios años no se rubricaba con una fotografía. Esta vez sí que se envió una imagen a los medios de comunicación: el banquero estrechaba la mano de Salvador Illa, presidente de la Generalitat desde hacía solo dos meses. El gesto era sutil pero sugería que Fainé se sentía más cómodo con el político socialista que con sus predecesores, que no terminaban de enterrar el proceso independentista. El procés que hizo que, el 7 de octubre de 2017, el grupo La Caixa trasladase sus sedes sociales fuera de Cataluña a causa de la inestabilidad política. El pasado miércoles, a Fainé no le tembló la voz cuando tuvo que comunicarle al patronato de la fundación La Caixa y al consejo de Criteria, su brazo inversor, que había llegado la hora de regresar a casa. La situación política por fin había cambiado, y había que dar el paso.
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