Una Valencia sumida en el trauma lucha por volver a la normalidad
Sandra, una inmigrante colombiana que vive en el arrasado municipio de Sedaví (Valencia), se ha despertado esta mañana de lunes a las 7.00, se ha calzado las botas y se ha echado a caminar sobre el barro. Casi una hora después ha alcanzado al barrio valenciano de La Torre, para cruzar después el puente sobre el río Turia, la frontera que separa la devastación causada por la dana de la aparente normalidad de la ciudad. “Esto es otro mundo”, dice Sandra ya subida a un autobús de la la línea L9, mirando unas calles limpias, sin coches en las vías ni muertos en los garajes. Todavía le faltan 30 minutos de trayecto hasta la Estación del Nord, en el centro. Después, otros 30 minutos a pie y habrá llegado a su puesto de trabajo. “¿Que por qué no me he quedado en casa hoy?”, dice amagando la risa. “No tengo papeles, cobro en negro y trabajo cuidando a gente mayor. Tengo dos hijos. No hay alternativa. Si no voy, no cobraré. Mi pueblo está destruido”, explica desde un autobús repleto de otros pies manchados de barro en una mañana marcada por las kilométricas retenciones en algunos accesos a la ciudad.
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