"Los rebotes no se cogen por altura, se cogen por ser pesado"
Una de las figuras indispensables de la generación de oro del baloncesto español. Un pívot de vieja escuela que acabó haciendo de casi todo y todo bien. Un capitán que, por encima de todo, “siempre quiso la camiseta e hizo todo lo posible por ganar los partidos”, como lo define el mismísimo Clyfford Luyk. Ese es Felipe Reyes (Córdoba, 1980), un jugador que alcanzó las más altas cotas deportivas, con la Selección y con sus dos clubes, Estudiantes y Real Madrid, y que ahora entrará en el Hall of Fame de la FEB con todo el merecimiento que le da una carrera de leyenda.
¿Qué supone para usted entrar en el Hall of Fame de la FEB?
Un reconocimiento muy importante. Es complicado entrar y habla de la trayectoria que tengo con la Selección. Y también, claro, con mis equipos. Para estar entre todos estos nombres hay que haber logrado cosas importantes y me alegra mucho que me hayan tenido en cuenta. Y más al entrar junto a amigos como Pau.
Precisamente junto a Pau Gasol, otro de los integrantes de esta hornada, formó parte de los Juniors de Oro. ¿Los sueños que tenían entonces se cumplieron?
Nuestras carreras han superado todas nuestras expectativas. Nos conocimos en juniors de primero y claro que soñábamos con cosas importantes, pero no tanto. Él llegando a la NBA y siendo determinante allí. Para mí el mejor jugador en el baloncesto FIBA. Y yo con todo lo que he conseguido en mi carrera en Europa y con la Selección. Cuando teníamos 16 años no nos podíamos imaginar algo así.
Pau fue uno de los Juniors de Oro que llegó a la NBA. Usted no estuvo en ese grupo, ¿le queda la espinita de haber probado allí?
Yo no me arrepiento de mi carrera. Es verdad que se presentó la oportunidad en alguna ocasión, pero para nada me arrepiento de haberme quedado en el Real Madrid. Estoy muy agradecido al club por el trato que me dio en su momento. Yo estaba muy a gusto aquí y el interés de todos en que siguiese, desde el presidente al resto de trabajadores, hizo que no tuviese dudas de cuál era mi sitio.
Ahora parece más sencillo para los jóvenes en Europa probar suerte en la NBA, aunque muchos lo hacen sin ser importantes aquí. ¿Qué le parece?
Yo respeto las decisiones de cada uno. Mi consejo sería que aguanten un poco, que maduren. Es verdad que hay casos de jugadores muy jóvenes que se van y triunfan. Mira a Pau o a Luka. Pero si tienes sitio en la NBA las puertas siempre van a estar abiertas para ti, no siempre es necesario irse a la primera oportunidad que te surja.
Con otra de las personas con las que va a compartir la entrada en este Salón de la Fama es con Luis Scola, con quien también vivió muchas cosas, aunque de otro tipo.
Con Luis hemos tenido enfrentamientos muy bonitos, muy duros también. En el Estudiantes primero y luego en el Real Madrid. También con nuestras selecciones. Creo que los dos hemos aprendido, nos han venido bien esos duelos para mejorar como jugadores. Es verdad que tuvimos una gran rivalidad dentro de la cancha, pero eso se ha quedado ahí. Aunque no haya coincidido con él en ningún vestuario, sí que lo he hecho con jugadores que han sido compañeros suyos y todos me han hablado muy bien de él. La verdad es que me alegro mucho que entre como extranjero en el Hall of Fame de la FEB, que es más difícil aún.
Hay una cosa en su juego que destacaba por encima del resto, su capacidad para coger rebotes. ¿Eso se nace o se hace?
La verdad es que siempre se me dio muy bien desde pequeño, supongo que una parte tienes que llevarlo dentro. Pero también es verdad que lo entrenaba mucho, de siempre. Y al final hay que tener ganas, porque los rebotes muchas veces no se cogen por altura, se cogen intensidad y por pesado. Hay que saber colocarse, ganar la posición al rival. Todo eso son cosas que se entrenan. Diría que un 50-60% lo llevas dentro y un 40-50% es entrenamiento.
Imagino que a lo largo de los años muchos compañeros le habrá pedido consejo.
Sí, claro. Sobre todo los jóvenes. Yo he intentado inculcarles, como en tantas otras cosas, que tenían que ser insistentes. Para ser un buen reboteador tienes que perder el miedo al contacto, que es algo que desgasta mucho a lo largo de un partido. Pero si no pierdes ese miedo nunca vas a mejorar.
Los rebotes eran su especialidad, pero a lo largo de los años le vimos mejorar en otras facetas que al principio le costaban más. ¡Si hasta metió un triple de espaldas en el Palacio!
(Se ríe) Como jugador tienes que seguir progresando. Si piensas que ya lo sabes todo es cuando te estancas. Siempre tuve ambición por mejorar. Por ejemplo, en el tiro libre era pésimo y al final de mi carrera hasta me gustaba tirarlos en los momentos importantes, me sentía cómodo en esa situación. En la media distancia también fui mejorando y, con el paso de los años, empecé a meter triples. A lo mejor podría haber empezado antes a tirar desde fuera, pero eso me habría alejado del aro, me habría convertido en otro jugador. Para mí lo principal siempre era el rebote, estar cerca del aro. Cuando se podía salía fuera, pero como recurso puntual.
¿Cree que su marcha del Estudiantes al Madrid se podría haber gestionado de otra manera o es imposible que un traspaso así se entienda y se acepte bien por todas las partes?
Lo primero que quiero decir es que estoy muy agradecido al Estudiantes. Allí empecé a jugar y fueron ellos quienes me dieron los primeros minutos como profesional, los que apostaron por mí. Pero mi sueño desde pequeñito siempre fue jugar en el Real Madrid y cuando te llega la oferta es muy difícil decirles que no. Además, el Estudiantes no pasaba por un buen momento económico y fue la directiva la que forzó mi traspaso al Madrid. Fueron ellos los primeros que se mostraron interesados. Por supuesto, estoy muy agradecido a Florentino Pérez, presidente entonces, que apostó por mí. De otra manera quizá no hubiera jugado nunca en este equipo y no habría logrado todos los éxitos que he logrado. La afición del Estudiantes es cierto que no se lo tomó bien, pero no saben lo que pasó realmente.
Uno de los momentos más difíciles de su carrera es el Eurobasket de 2011, que coincide con el fallecimiento de su padre. ¿Cómo se enfrenta uno a una situación así?
Es el palo más duro de mi carrera. Todavía recuerdo estar en Murcia, en la concentración y recibir la noticia. Mis padres siempre iban a verme a todos los torneos y pensé que el mejor homenaje que podía hacerle era jugar ese Eurobasket y ganarlo por él. Por supuesto, el apoyo y el cariño que me dieron mis compañeros fue muy importante.
Por ejemplo, el detalle que tuvo Juan Carlos Navarro, capitán de España, dejándole levantar la copa de campeones.
Ahí te das cuenta de la calidad humana que ha tenido siempre este grupo. Creo que era la primera vez que le tocaba levantar un título con la Selección y me dejó hacerlo a mí. Fue un gesto muy bonito que nunca voy a olvidar.
En sus 15 años como internacional sólo faltó a un torneo. Ahora que se habla tanto de las ausencias recurrentes de jugadores con sus selecciones, ¿cree que el baloncesto ha empeorado en este aspecto?
Es cierto que antes no había tantas ausencias, el verano era para competir. Pero también es verdad que los calendarios cada vez son más duros, más exigentes, y es entendible que decidan no ir. Lo hacen por un buen motivo, evitar lesiones y estar bien físicamente con sus clubes. En mi caso, ir con la Selección también lo veía como una manera de mantenerme en forma, aunque tuviese menos vacaciones. Para nosotros era un momento de diversión, juntarnos todos durante esas semanas. Pero es verdad que en España casi nunca hay ausencias y eso también habla del ambiente que se vive en la Selección.
¿Recuerda el ambiente en el vestuario del Madrid después de perder las Euroligas de 2013 y 2014?
Fueron momentos muy duros. Junto con las lesiones, perder finales es lo peor que hay, acabas muy hundido. Pero viéndolo de forma constructiva te ayudan a mejorar, a esforzarte más. Eso fue lo que hizo aquel vestuario y por eso ganamos al año siguiente. Creo que sin las derrotas de 2013 y 2014 no habríamos ganado la Euroliga de 2015.
¿Recuerda con más cariño la Euroliga de 2015 o la de 2018?
La primera fue más especial por varios motivos. El primero, por el que hemos hablado, que veníamos de perder dos seguidas. También porque el club llevaba muchos años sin ganarla. Y por último, porque pudimos hacerlo en Madrid, delante de nuestra gente. Pero la segunda también fue importante por cómo se logró. Acabamos quintos, remontamos al Panathinaikos en cuartos después de que nos diesen una paliza en el primer partido, jugamos una pedazo de Final Four...
¿El apodo de Espartaco se lo puso Andrés Montes?
Sí.
¿Y se siente identificado?
La verdad es que sí. Es el apodo que más me ha gustado de todos los que me han puesto, por el sentido de guerrero, de gladiador que tiene, que creo que ejemplifica bien mi juego. Además, estoy muy agradecido de que se le ocurriese a alguien como Andrés Montes, que es una de las personas que más ha hecho por el baloncesto en nuestro país.
Si pudiera volver a vivir un momento de su carrera, ¿cuál sería?
Hay tantos: la Copa con el Estudiantes, el fichaje por el Madrid, las Euroligas, las medallas olímpicas... Pero creo que volvería a mis comienzos, a jugar con aquel grupo tan bonito con el que empezó todo.