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Lydia: "Competía sabiendo que nunca podría ser campeona"

• Nov 29, 2023, 3:12 AM
9 min de lecture

Lydia Valentín (Camponaraya, León, 38 años) abre a AS las puertas de la sala de halterofilia del Centro de Alto Rendimiento de Madrid. Un lugar que se resiste a dejar, y al que sigue acudiendo para entrenar aunque su tarima ya no sea la de competición. Cuatro Juegos. Oro en Londres 2012, plata en Pekín 2008 y bronce en Río 2016, aunque las dos primeras medallas no pudo recibirlas sobre el podio y llegaron mucho después, cuando se probó que sus rivales estaban dopadas. Cuatro medallas mundiales en total olímpico (dos de oro). Campeona de Europa. Y, sobre todo, ejemplo de limpieza.

 -¿Cuántas horas ha podido echar en esta sala?

-¡Ufff! Muchísimas detrás de un sueño, porque todo se gestó aquí. Proyectos, objetivos, entrenamientos durísimos…

-¿Cómo era la primera vez que entró?

-Cuando llegué al CAR entrenábamos en otro pabellón, pero aluciné. Estaban todos los referentes, como Estefanía Juan o Santiago Martínez, que yo veía en los campeonatos de España. Gente que levantaba muchísimo y que ya había estado en Juegos Olímpicos. ¡Flipaba!

-Creo que le dijo a su madre con 13 años 'compra una maleta grande que me voy a Madrid'. Lo tenía bastante claro...

-Sí, comencé con 11 y a los 13 ya estaba pidiéndoselo. ‘¿A Madrid a qué, a 400 kilómetros? Tienes muchos pájaros en la cabeza’, me respondió. Pero yo lo tenía ya muy claro. Mi entrenador, Isaac Álvarez, siempre me insistía en que siguiera entrenando, que era muy buena, que llegaría a los campeonatos de España. Y todo lo que me decía, me lo creía. Así que a por mi madre que fui (sonríe).

-Había vivido los Juegos de Barcelona por la tele y aquello de los cinco aros le deslumbró. Vio el sitio al que quería llegar.

-Era pequeña, pero recuerdo verlos y el ambiente olímpico general. Cobi (la mascota), quedadas para ver los deportes… Me gustó tanto que me propuse estar en unos.

-¿Qué halterofilia se encontró cuando empezó?

-Un deporte pequeño, pero en el que había referentes. Estefanía (Juan), Mónica Carrió y Josefa Pérez que fueron a Sídney 2000, Gema Peris que había competido en Atenas 2004, campeonas del mundo júnior… No había, eso sí, el escaparate que he podido ofrecer yo. Era menos mediática. Ahora, también se conoce más por el crossfit.

-¿Recuerda su primera salida internacional?

-¡Claro! Al campeonato de Europa Sub-16 en Austria. Llegué de Camponaraya a Madrid para subirme por primera vez a un avión. Estaba supernerviosa, más por el viaje que por la competición. Pero fue un éxito porque gané el oro, aunque llegaba como quinta o sexta por marca.

-Siendo un deporte tradicional en los países del Este, habrá visitado sitios muy extraños...

-Sí, sí, pero no he podido hacer turismo. Al final ves el polideportivo y el hotel. Te de igual, porque vas a lo que vas. ¡En 2011 los Mundiales fueron en Disneyland París y no salí!

-¿Cuándo apareció en su cinturón la imagen de Hello Kitty y la cinta rosa en el pelo?

-Me crié con dos hermanas y mi madre nos compraba cosas de Hello Kitty y el parche que me puse en el cinturón me lo regaló una de ellas y lo pegué para que me diera suerte, de mascota. Y ahí se quedó pegadísimo, acompañándome años. Y las muñequeras y la cinta rosa fueron un poco por casualidad, pero al final creé una imagen en un deporte, entre comillas, tan bruto, de fuerza.

-¿Usted sabía que competía contra rivales que estaban dopadas?

-Sí rotundo.

-¿Y cómo se puede seguir compitiendo con eso?

-Sabía que nunca iba a ser campeona del mundo. Para eso, debía hacer las mismas trampas. Y yo venía de un país donde la halterofilia no mueve masas y se hacía de forma limpia. Estaban Rusia, Bielorrusia… que jugaban a otra liga. Países, deportistas, federaciones enteras que caían. Y al final, hasta la Federación Internacional tenía un presidente corrupto.

-Todo el sistema estaba podrido…

-Pero no podía hacer nada. De Londres 2012 me marché llorando (fue cuarta y los reanálisis posteriores descubrieron que la kazaja Pobodebova, la rusa Zabolotnaya y la bielorrusa Kulesha se doparon) cuando vi a las que estaban en el podio. Sólo podía cruzar los dedos para que cayeran. ¿Pero irme yo del deporte? ¡Que se fueran ellas!

-Quiso recibir unas medallas nuevas, no las que debían devolver las que las ganaron ilegalmente...

-¡Es que tampoco las querían devolver! Pero sí, preferí que no estuviesen manoseadas, con la ‘vibra’ de un deporte sucio.

-¿Y cuánto dinero le habrán hecho perder las tramposas?

-Gracias a Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español, pude recibir después todo el dinero que me correspondía en premios y la beca consiguiente. Sí que es verdad que pudieron escaparse patrocinios y la manera de entrenar con menos recursos no fue la misma durante dos ciclos olímpicos. Pero así conseguí llegar a Río y ganar una medalla, y esta sí recibirla en el podio.

-Como hizo David Cal en piragüismo, usted ha quitado el miedo a sus colegas a competir sin complejos. ¿Lo ve así?

-Una de las cosas que más me gusta sentir es que, gracias a mi ejemplo, ahora en España halteras que son cracks como Marcos Ruiz, Josué Brachi o David Sánchez han visto que se puede. Aparte de que sus entrenamientos sean muy ‘heavies’, claro.

-Alguna niña se le habrá acercado a decirle que quiere ser como usted...

-¡Claro, claro! Y las madres, que me dicen que viéndome a mí se quedan tranquilas. ¡Mi madre creía que me iba a convertir en un chico!

-Ha estado luchando contra una lesión de cadera desde los Juegos de Tokio, en los que ya compitió mermada en 2021. ¿Cómo ha sido ese proceso?

-Complicado. Sobre todo 2021, porque me lesioné en marzo y los Juegos eran en verano. Y todo porque iba en una categoría diferente, que no era la mía porque no pude asistir a los Europeos. Subí de peso y la cadera hizo crack. Pruebas, infiltraciones… En junio no sabía si podría acudir cuando venía de mi mejor ciclo olímpico. Había sido campeona del mundo, de Europa y de los Juegos Mediterráneos. En Tokio me tuvieron que infiltrar simplemente para salir a la tarima y decir que había estado en mis cuartos Juegos. Pero no sirve arrepentirse, aunque eso hizo que empeorara más y que a día de hoy siga recuperándome.

-Pero quería competir en París 2024, ¿no?

-Sí, el año pasado veía factible clasificarme. Pero sentía que la cadera no estaba como quería. Me costaba mucho hacer los gestos. Me convencí de que no estaba bien y de que no debía sufrir lo que sufrí en Tokio. Así que decidí despedirme del alto rendimiento. Me levantaba de la cama, pisaba y sentía dolor. Iba coja. Hubo momentos en que estaba impedida.

-Podía haber sido la abanderada allí...

-Seguramente, pero no me gusta pensar en ello. No pasa nada. Otro lo hará superbién.

-El día de su despedida, el 21 de septiembre en el Comité Olímpico Español, usted era la más tranquila.

-Sí. Se publicó que no competiría en los Mundiales y la gente me escribía apenada. No estaban sintiendo lo que yo sentía. Y quise que fuese un acto pequeño, cuatro personas para irme dando las gracias y haciendo una reflexión: ‘¿Me voy a ir triste por no haber competido en unos quintos Juegos?’. Hay que poner las cosas en perspectiva. Ya lo tenía todo en mi deporte. Sólo quiero disfrutar de la vida y recuperarme. Después de lo que he sufrido, me voy feliz.

-¿Hacia dónde encamina Lydia sus pasos?

-Creo que tengo mucho que aportar a la halterofilia y hay un proyecto encaminado a ofrecer seminarios y ‘master class’ en una gira.

-¿No se ve como entrenadora en esta sala del CAR?

-¡No, no! Sería como el día de la marmota. Llevo aquí desde los 15 años, y además no tengo vocación.

-¿Y el crossfit le motiva?

-De momento no.

-Se habla mucho de que hay pocas mujeres en la gestión deportiva. ¿Se animaría a dar el paso?

-Tampoco lo veo a corto plazo, pero a futuro nunca se sabe.

-¿Y ve mucho deporte ahora?

-Sí, pero sobre todo lo practico. Muchos cuando se retiran lo dejan radicalmente, pero yo no quería cambiar tanto mi identidad ni mi vida. Llevo hábitos muy similares. Me gusta sentirme deportista.