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Futuro Hispano

• Dec 5, 2023, 3:27 AM
8 min de lecture

Los resultados previos al Europeo juvenil de 2022 en Portugal, de la generación 2004-05, ya eran tan destacados que en la dirección técnica de la Federación Española eran optimistas respecto al resultado que los chicos iban a lograr: ganaron el campeonato. “Un par de semanas antes los técnicos no lo veíamos tan claro”, recordaba Álex Mozas, entrenador del Torrelavega y ayudante de Javier Fernández Jabato en la Selección. Un año después, con tres cambios respecto al conjunto de 2022, este verano, en el Mundial juvenil en Croacia, otro oro, el primero de España, que había caído en dos finales.

Aunque ya se hablaba internamente de estos jugadores como la generación de oro del balonmano español, con el dominio en las dos citas consecutivas más importantes del calendario internacional, se disparó el valor del equipo. “Es que hemos dejado de mirar hacia arriba a los nórdicos, a los alemanes, y ahora son ellos los que físicamente son menores; no creo que haya pasado antes que España tenga tantos centímetros, con extremos de casi dos metros (Barrufet 1,97 y Guijarro 1,98), con pivotes grandes, con la movilidad de siempre”, apunta Jabato, exjugador manchego, afincado en Galicia que además de estar en el equipo técnico de la Federación Española dirige al Cisne de Pontevedra en la División de Plata.

Jordi Ribera, el seleccionador de los Hispanos absolutos y director del área masculina, asegura que ahora le preguntan en otros países “cómo los habéis hecho”, y en parte tienen razón, admite el propio Ribera “porque con esta generación España ha dejado de ser un equipo de jugones bajitos, a seguir siendo jugones pero también altos y bien dotados físicamente”. “En España siempre hemos tenido buenos jugadores, que entendían el balonmano, pero en muchos casos se perdían por la falta de condición física. Llevamos tiempo rastreando chicos, que no destacan, porque en general los altos evolucionan más tarde. Hemos ido encontrándolos y han ido viniendo a las concentraciones del CAR de Granada”, cuenta Ribera, y que pone el ejemplo de Jokin Aja, “que la primera vez que estuvo una semana en esas concentraciones no pudo completarla”.

Aja era entonces “infantil de segundo año”, que jugaba en un equipo de Eibar, sin muchas pretensiones. “En Granada sufrí dolores de espalda quizá porque aquellos entrenamientos eran muy intensos para mí”, recuerda ahora el pivote del Barça cedido al Torrelavega. La Federación aguantó a aquel mozarrón de 2,06 metros al que no le atrae el baloncesto, le preparó un plan de trabajo específico, y a los pocos meses se lo llevó el club azulgrana a la Ciudad Condal. Ahora Jokin está en “2,08 o 2,09 metros, depende dónde te midan y a qué hora”, y juega en el Torrelavega porque el Barça confía en sus posibilidades de recuperarlo en un par de años fogueado en un equipo profesional más que en la propia cantera azulgrana.

“Mi ventaja ahora es que Eibar no está muy lejos, y viene mi familia a verme en los partidos de casa”, asegura el pivote. El padre de Jokin es Mikel Aja, que en un tiempo también jugó de pivote con el Arrate; su hija, cuatro años mayor que Jokin, también es pivote en Eibar. En esta generación hay muchas sagas. Ian es hijo de David Barrufet (el segundo jugador con más internacionalidades españolas); el padre de Alejandro Pisonero (1,87) es el entrenador del Valladolid que como jugador fue un pivote de calidad a finales de los noventa; Óscar Grau (1,88), que no estuvo en el Mundial por una lesión de menisco, sigue los pasos de su padre, que al margen de su trayectoria como directivo en el deporte, tiene su camiseta colgada en el Palau por su destacado papel en el Barça; y luego los Cikusa, cuyo padre jugó como extranjero en los equipos españoles, se estableció en Girona, y allí nacieron Petar (1,93) y Djordje (1,95), los más jóvenes de la generación, y que cumplen 18 años el 8 de diciembre.

Precisamente los gemelos han sido los primeros en debutar en la selección absoluta y son los segundos más jóvenes de la historia española en llegar tan alto sin tener siquiera los 18 años (Quico López Balcells mantiene por unos meses ese récord, desde los años sesenta), de ahí que esta sea la generación de los Cikusa. “Para nosotros es un orgullo y un estímulo que los dos ya hayan debutado; varios de nosotros vimos juntos sus partidos en Noruega, y fue muy emocionante”, comenta Víctor Romero (1,94), pivote del Granollers ya en la Liga Asobal, y el capitán de los juveniles tanto en el Europeo como en el Mundial.

“El trabajo de un capitán es ser una especie de extensión del entrenador en el vestuario, pero tampoco se necesita mucho, porque existe muy buen rollo entre todos, que seguimos en contacto todo el año, nos hablamos y nos preocupamos unos por otros”, expone este pivote elegido el mejor en su puesto en el Mundial y quien asegura que él aprende de lo que es un capitán “en el Granollers, donde ese puesto lo ostenta Antonio García, un general, por veteranía y conocimientos; siempre está pendiente”.

El debut de los Cikusa bajo las órdenes de Ribera en el equipo absoluto es el colofón de estos juveniles antes de acabar el 2023. “En ocasiones hay que tener un poco de suerte, y en el caso de Petar la ha encontrado porque en la situación actual del Barça Carlos Ortega cuenta con él más de lo imaginable, pero es que Petar es un talento extraordinario” cuenta Mozas.

“Petar siempre nos regala cosas increíbles en los entrenamientos; estaba seguro de que con la Selección no se iba a arrugar aunque sea un chico de 17 años, y mira, nos dejó un gol de cadera desde ocho o nueve metros que coló en la escuadra, para levantarse”, explica Javier Fernández, que tiene una teoría acerca del éxito de este grupo: “Sí, los hermanos Cikusa son magníficos, ya juegan en el primer equipo del Barça, pero ellos no se llevaron ningún premio individual en el Campeonato del Mundo. Esta selección es un bloque, con la mayor parte de los jugadores actuando minutos de calidad en la Asobal. Si se repasan los partidos se puede ver que en muchos de esos encuentros íbamos igualados pero llegábamos a parte final y se veía que ganábamos, porque estábamos frescos, se había rotado; los rivales para seguir nuestro ritmo llegaban agotados”.

Fernández, que seguirá con este grupo en la etapa júnior, trabajó con 29 jugadores durante los meses previos al Campeonato de Europa, al que acudió con 16 jugadores. Para preparar el Mundial mantuvo el bloque de 29, al que añadió seis jugadores más, y del que se cayeron algunos componentes por lesión, y al final llevó a 14 de los campeones en Portugal más otros tres en el oro en Croacia: Álvaro Pérez (1,96), Pol Amores (1,87), Ian Barrufet, Pablo Guijarro, Xavier González (1,82), Ferrán Castillo (1,88), Álex Pisonero, Petar y Djordje Cikusa, Pablo Herrero (1,93), Ezequiel Conde (2,03), Josu Arzoz (1,88), Víctor Romero y Jokin Aja son los que tienen el doblete, más Jorge Barroso (1,80), Jorge Ramírez (1,84) y Óscar Grau (1,88) tiene el oro europeo, y Alberto Delgado (1,80), Carlos Ocaña (1,90) y José María Fernández-Martos (1,88) el mundial.

Respecto al futuro Fernández piensa “que si mantienen los pies en el suelo, si continúa su trabajo, tienen unas posibilidades enormes, pero no son los únicos que trabajan para ser campeones, y ahora con el estímulo añadido de acabar con el dominio de ellos".