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Miret: "Esto es el inicio de una historia que, esperemos, durará mucho tiempo"

• Dec 11, 2023, 1:51 AM
18 min de lecture

Dani Miret (Badalona, 1985) es el seleccionador que llevó a la Sub-19 masculina de la Selección Española a hacer historia: Izan Almansa, Baba Miller, Jordi Rodríguez, Rafa Villar, Sediq Garuba, Lucas Langarita, Isaac Nogués, David Gómez, Sergio de Larrea, Luis García, Victory Onuetu y Alejandro Moreno. Jugadores que, desde esa categoría, se proclamaron campeones del mundo el pasado 2 de julio en Debrecen (Hungría).

Con EE UU fuera de la final se midieron con Francia, todo un clásico del Viejo Continente, en el partido decisivo, que ganaron 73-69. Sudando. Sufriendo. Necesitaron de una prórroga. Pura resiliencia.

Los Golden Boys 2.0, mote con el que les bautizó la FEB, trajeron de nuevo a la memoria a los Gasol, Navarro, Berni o Felipe, héroes en Lisboa’99, y aplicaron su sello a la ya vasta crónica del éxito de España en baloncesto.

Toda alabanza es poca para ellos. También para sus formadores. De ahí que Miret, que compagina esta labor a nivel de selección con su trabajo como asistente de Duran en el Joventut, explique en esta conversación con AS cómo se gestó este triunfo.

¿En qué términos históricos se coloca esta generación? No sólo los que estaban con usted este verano, también los Hugo González, Aday Mara, Conrad Martínez...

Es una generación con mucho talento, que llama la atención a nivel mundial y tiene un plus por la forma de competir y de ser del jugador español. Al final siempre hablamos de los jóvenes individualmente, pero todo ese talento hay que ser capaz de ponerlo al servicio del equipo. Creo que es una generación que ha demostrado muchas cosas a nivel individual que son únicas y excepcionales y que, al mismo tiempo, tiene la capacidad no sólo deportiva sino también personal de formar parte de un conjunto y hacerlo en esos momentos tan complicados, de máxima competición y exigencia.

¿Ve un reflejo en la generación de Gasol o Navarro, los Júnior de Oro? No sólo con este resultado. El talento táctico y técnico lo hemos visto, pero esa camaradería tan crucial que poseían aquellos también es característica en éstos, según comenta.

Valoramos poco y damos por sentado que el jugador también ayude al grupo: que sea buen compañero, que ayude al entrenador, que haga más cosas más allá del baloncesto. A veces no lo contamos lo suficiente. Son chicos que tienen talento y además una educación para ser aún más buenos.

¿La comparación? Por una parte es una ilusión, porque con la generación del 80 empezó una muy buena etapa del baloncesto español. Que ésta ayude a mantener este buen momento y poder ilusionarnos siempre está bien, pero cada senda es diferente. Mantengo el mensaje de que las comparaciones hasta cierto punto están bien, pero que cada uno va a tener un camino individual y largo.

Una de las cosas en la que ha cambiado la sociedad de la de antes y la de ahora es la paciencia, que los jóvenes ya no tienen tanta, parece que todo tenga que ir más deprisa y si no ya no es bueno... Esto es sólo el inicio de una historia que esperamos que dure muchos años.

¿Con el cambio que ha habido en la FEB en la presidencia entre Jorge Garbajosa y Elisa Aguilar a los técnicos les han dicho la línea en la que se quiere trabajar?

Va a ser parecida. Estamos en una buena línea. En la FEB se priorizan y se intentan trasladar unos valores que luego van a ayudar a los chicos, en su carrera profesional, a ser mejores. Todos los ejemplos los tienen día a día en los ‘staffs’, en donde se hacen las cosas de muy buenas maneras y, evidentemente, se sabe que no sólo es ganar.

Estamos hablando de jugadores jóvenes que, para poder crecer, tienen que entender que lo primero es la persona y que hay que cuidarse y tener su cabeza muy bien amueblada. En las horas de vuelo que pasan con la Federación saben que deben poner en ello mucho cuidado. Después el equipo puede jugar mejor o peor (hay que prepararse, competir bien, hacer todo lo que depende de nosotros, pero hay días en los que jugaremos ante un equipo que ha estado más acertado) y eso tampoco es pinchar el globo. No hay que estar demasiado eufórico cuando las cosas van bien ni derrotistas cuando los resultados no sean perfectos. Estamos hablando de formación.

Hasta ahora las cosas se han estado haciendo bien y la intención es, siempre con pequeños matices, coger una línea parecida o seguir en la que estamos.

Llévenos mentalmente al torneo, sobre todo a las semifinales y final. Para el que no lo recuerde o el que quiera hacerlo de nuevo. No hubo duelo con Estados Unidos en la final, fue contra Francia.

En las semis nosotros jugamos el segundo partido y veíamos a los posibles rivales del siguiente día. La gente daba por favorita a Estados Unidos, aunque yo creo que no estaban siendo el mejor equipo. Tienen un gran talento, pero no jugaban los 40 minutos con el máximo respeto al rival y es una cosa que al final aprendieron con dos derrotas.

Para mí nosotros fuimos el mejor equipo de todo el campeonato (independientemente de ganar o perder, lo que significa ir a un partido y ser serio). Y me gustaría resaltar el partido de octavos de final, que ganamos por muchísima diferencia y en el que demostramos un gran respeto. No hicimos tonterías, cuando estás en una situación de mucha superioridad o diferencia puedes caer en el error de hacer cosas que nosotros no hicimos, y para mí es motivo para reafirmarme en que tenemos equipos que hacen el trabajo serio, con respeto, educado esté quien esté delante).

Nosotros queríamos ser competitivos en nuestra semifinal contra Turquía, que venía con historia del verano anterior (les ganamos dos veces en su casa). Era un día de revancha. Y desde la defensa, que es algo que destaco porque fuimos los mejores del torneo en eso, eliminamos a sus mejores jugadores y ganamos.

Y el día de la final, contra una Francia a la que habíamos ganado en el grupo, según la sensación del equipo, íbamos más a perder que a ganar. Parecía que si no ganábamos fácil y jugando bien desde el inicio no estábamos en el camino correcto, Intentamos preparar un poco a los chicos de que Francia es un equipo con talento, que físicamente nos iba a plantear un partido muy duro, y lo luego que vimos, que le sabe dar la vuelta a todo. Sin llegar como favoritos, aunque lo éramos a ojos de mucha gente, viendo cómo se ha escrito la historia del campeonato, sientes menos esa presión. Durante el partido no jugamos muy bien, nos agarramos a él en la segunda parte cambiando el ritmo y la manera de atacar y al final, estando ahí, con el corazón, aparecimos en un momento clave y conseguimos forzar la prórroga, y ahí creo que fuimos mejores claramente.

Francia tiene mucho talento. Ese día Ajinça metió tiros muy difíciles. Sarr también metió un triple muy importante e hizo un esfuerzo contra Izan muy alto. En ataque nos penalizaron los unos contra unos, fueron muy directos a pisar pintura, y en defensa nos destruyeron todo lo que queríamos hacer tácticamente. Lo hicieron muy bien. Pero nosotros durante el partido fuimos capaces de mantenernos. Perrin en el rebote nos estaba haciendo mucho daño.

Con un partido de mínimos en una final nos daba para no descolgarnos. Al final conectamos buenos tiros, los metimos y en la prórroga encontramos mejores opciones para sacar este partido, que parece que era fácil de jugar pero competitivamente cualquier acción tenía un valor muy alto. Tuvimos paciencia y por primera vez en el campeonato ganamos a remolque.

El aspecto del técnico es clave en estas edades. ¿Qué es lo que les dice un formador a unos chicos tan jóvenes antes y después de un partido tan importante?

Antes del partido se les habla un poco de que esto lo vamos a ganar o perder, pero hay que jugarlo de una manera en la que cuando miremos atrás no nos podamos hacer reproches. Juntos. Nos ha llevado años el formar este grupo: venimos de sub-17 o sub-18, es un grupo estable. Tú tienes un mensaje y una coherencia. Cuando llega la final de Mundial es normal que llegue algún jugador y piense: “Hoy es mi día, hoy tengo que hacer...”. Cuando te estás jugando tanto, hay que hacerles ver que en este deporte ser un equipo, estar juntos, es clave. Cuando alguien puede bajar la cabeza en algún momento del partido animarte y hacerte estar preparado para la siguiente acción.

¿La final? Es el partido en el que menos nervioso estaba. Les dije que estaba ahí para ayudarles, pero que confiaba en el equipo y me daba igual ganar o perder. Íbamos a luchar. Los que nos juzgaran por un mal resultado estarían equivocados. Teníamos que tener claro que el partido era un gran premio, pero no que los jugadores tuvieran los nervios o estuviesen sufriendo. Que si pasaba cualquier cosa, que podían decir que el entrenador era muy malo. Y que fueran ellos mismos.

Es uno de los días que, por muy buenas carreras que hagan, van a recordar siempre. Todos los chicos lo harán, el campeonato y el equipo, un grupo en el que uno más uno sumaba más que dos. Eso, como formador y persona que pudo disfrutar de la experiencia de jugar en ese nivel, es lo que más te enorgullece. Del ejemplo del ‘staff’, de cómo nos hemos respetado y hemos hecho mejores los unos a los otros, al de los jugadores. Del 1 al 20 de la generación: el que se ha quedado fuera porque hemos decidido ir al torneo con otro perfil de jugador, siempre con buena reacción; el que ha estado en el banquillo animando; o el que durante cinco ataques en los que hemos jugado mal no ha recibido un buen pase.

Toda esa implicación y ese compromiso, que un equipo sea un equipo en esos momentos de máxima tensión, no es por casualidad. Es complicado jugar a baloncesto cuando te juegas tanto y enfrente tienes a un buen equipo.

¿Qué diagnóstico hace de la cantera de baloncesto en España en este momento? Usted ve las dos caras de la moneda, al formar parte del cuerpo técnico del equipo sénior del Joventut.

Nosotros tenemos una competición muy buena. Tenemos entrenadores, que es lo más importante, que trabajan muy bien con los niños, con ideas que necesitan de un seguimiento. Debemos consolidar la figura del entrenador de formación. Muchos chicos vienen con la pasión de casa, pero otros se acaban de enamorar de este deporte porque acaban de tener entrenadores que les acaban de formar. Es clave en los clubes, es vital que se mantenga un nivel en la estructura. Las competiciones que hay son muy buenas, se juega y se compite bien, y eso hace que nuestros jugadores, cuando van creciendo, tengan que desarrollar un gen competitivo que se junte con su talento para competir.

¿Cuál es el miedo? Que por querer ser más competitivos queramos coger atajos que hagan que tengamos menos paciencia. Entonces ficho a un extracomunitario para poder ganar un partido más, y los que van con un desarrollo más tardío pierden oportunidades y no podemos ver a jugadores que necesitan un camino más largo para desarrollar ese talento.

Yo lo que veo es que hay diferentes maneras de hacerlo, que todo se tiene que mantener en un equilibrio. Que sigamos construyendo entre todos y estableciendo unas pautas para garantizar esas oportunidades. Que sigan saliendo jugadores de aquí y la gente siga identificada con el baloncesto. Fue el caso de Joel Parra con el Joventut: nos dio una identidad en el club que no se puede fichar.

¿Que hay que estar abiertos a cómo funcionan otros modelos? Sí. Por ejemplo, a poder compatibilizar la formación deportiva con una formación académica importante y real, con condiciones para que los chicos y chicas puedan estudiar aquí. Que puedan hacer las dos cosas al máximo nivel, no que tengan que renunciar a calidad en sus estudios por culpa del baloncesto y viceversa. A veces les llevas a caminos sin salida, a posponer esa formación académica sin ser fácil reengancharte después. Cuando ves que te alejas de lo que crees que es ir a tu límite, cada vez le dedicas menos tiempo. Hay que encontrar una manera de tener las dos cosas, para todo el mundo sería muy positivo.

En Estados Unidos se enfrentan dos modelos con dos jugadores a los que entrenaste en este campeonato. Izan Almansa está en Ignite, el equipo experimental de la NBA en su liga de desarrollo, y Baba Miller sí está siguiendo el cauce clásico universitario en Florida State. ¿Qué te parecen ambos?

Son dos chicos con caminos muy diferentes. Sergio de Larrea, en su día, tuvo otro distinto. Al final, dentro de todos los que hay, no hay uno solo ni uno que sea mejor. Depende de quién seas, de qué tipo de persona, de muchas circunstancias... No todo el mundo es tan competitivo tan pronto, no todo el mundo destaca tanto en la competición tan pronto... Los entornos y las familias, con los chicos, tienen que tomar decisiones. Lo que sí creo es que tanto Izan como Baba se están formando muy bien. No entro dentro del nivel deportivo porque no sé cómo entrenan, pero sí sé que tienen una buena cabeza.

Puedes elegir el modelo que tú quieras, pero si no tienes esa formación en varias facetas el jugador de baloncesto no podrá evolucionar. Cuando tú personalmente eres limitado, en lo que caes es en tomar malas decisiones para ser un atleta; el talento te ayudará, pero te van a pasar cosas en la vida que te van a afectar si no tienes detrás una buena formación: las malas compañías, no cuidarte todo lo que deberías, etc. Serás una persona maleducada y no tendrás buenas reacciones. Ya que ponemos el caso, en la NBA a algunos a veces se les va al cabeza porque no tienen ese control emocional, porque no lo han trabajado, no se lo han exigido, no son conscientes de que están siendo ejemplo y representando a una franquicia.

Estas carrera son muy largas y hay que evolucionar con ellas. Lo que hace LeBron James de tener una parte final de carrera tan buena es posible porque ha ido cambiando y tiene la cultura de saber lo que tiene que hacer en cada momento para dar el rendimiento. Eso no pasa por casualidad. Tienes tu equipo de trabajo que te asesora en las diferentes etapas: cuando vas creciendo, de una manera; cuando vas dando diferentes pasos, de otra.

Los caminos de los dos son muy diferentes, pero los entornos han tenido en cuenta mantener una buena educación y un desarrollo personal. Cada uno, dentro de sus posibilidades, ha tomado esa decisión. No sé si más o menos acertada, porque no tengo tanta información, pero lo que sí que puedo decir es que no hay una única vía para todos y dentro de todas hay que darle importancia a una formación global. Lo que quiero remarcar es que son dos chicos con buena cabeza y espero que sigan así muchos años.

Un éxito que va más allá de una sola generación

El trabajo de cantera del baloncesto español lleva demasiados años dando excelentes resultados como para que se pueda siquiera sugerir que hay un ápice de casualidad en ello. No. Hay un patrón, una manera de hacer bien las cosas que empieza en la base y acaba en las selecciones absolutas, que se regeneran sin dejar de ser competitivas. En la masculina, Sergio Scariolo puso en marcha el pasado verano el proyecto de los Golden Boys 2.0, una forma de que algunas de las principales promesas de categorías inferiores entrenaran unos días con los mayores. Uno de ellos, el base Sub-20 Juan Núñez, se acabó quedando y jugó el Mundial ante las bajas de Ricky Rubio y Lorenzo Brown.

La generación de 2004 y 2005 es una de las pruebas más irrefutables de esa extraordinaria salud del baloncesto español. Los chicos que ganaron el Mundial Sub-19 en Debrecen 24 años después de los Júniors de Oro en Lisboa… y más: Núñez, el base que ha convertido el futuro en presente, y Aday Mara (el pívot de 2,21 que está actualmente en UCLA) son carne de NBA (seguramente ya la próxima temporada), pero el pasado verano disputaron otros campeonatos de categorías inferiores.

Sí estuvieron en Debrecen el MVP Izan Almansa y Baba Miller (otros dos que apunta al próximo draft de la NBA), los dos grandes referentes; generadores de juego como el taronja Sergio de Larrea y el culé Rafa Villar, anotadores como Lucas Langarita (Zaragoza) y Jordi Rodríguez (Joventut), defensores como Isaac Nogués (Huesca) y Sediq Garuba (Cartagena)…

La España entrenada por Daniel Miret ganó en Debrecen (Hungría) por una diferencia media de 18 puntos en la fase de grupo. Por 82 ­(¡102-20!) a Líbano en el cruce de octavos, por 38 a Argentina en cuartos y por 31 a Turquía (que luego dejó sin bronce a Estados Unidos) en semifinales. Y después, en una final ultrafísica contra una Francia de brazos inacabables, la Selección supo sufrir, remar, sobrevivir y, finalmente, ganar en la prórroga (73-69). Con una actuación coral en la que muchos importaron mucho, en la que el MVP de Izan fue, de verdad, el premio a la pieza más brillante de un sensacional engranaje colectivo. Fue el punto más alto de otro verano triunfal para las categorías de formación del baloncesto español, que siguen trabajando con un modelo que es, en los últimos años, una referencia para las canteras de todo el mundo.