Caos en el rugby inglés: historia de una crisis anunciada
De los grandes deportes de equipo, ninguno resistió tanto la acometida del profesionalismo como el rugby. No fue hasta 1995 cuando la Federación Internacional, entonces IRB y ahora World Rugby, declaró “abierta” esta disciplina. El ‘contrato social’ que se firmó simbólicamente con aficionados, jugadores y otros agentes involucrados implicaba vender un alma profundamente arraigada en el amateurismo al diablo (el dinero) a cambio de la posibilidad de una vida dedicada a la pelota ovalada, con todo lo que eso conllevaba: mejores instalaciones, mejor equipamiento, más cuidados, mayor repercusión... Un producto mejor, en definitiva. Casi 30 años después, el contrato se ha roto parcialmente. No es la única (después hablaremos de las ramificaciones en Gales y Australia), pero por ser la cuna del juego, el único país europeo campeón del mundo y el promotor de una competición con la historia y el pedigrí de la Premiership, la de Inglaterra es la crisis más preocupante de cuantas atraviesa ahora mismo el rugby. Glosarla al completo daría para un libro, así que aquí trataremos de ofrecer un cuadro general que explique por qué los cimientos del rugby inglés se tambalean.