Audi cierra su planta en Bruselas y deja a 4.000 trabajadores en la incertidumbre
"Es una cuestión de odio, porque nos echan". Stavros, delegado sindical empleado desde hace más de 40 años en la fábrica Audi de Bruselas, no entiende la decisión del constructor alemán de cerrar su planta de Bruselas en febrero de 2025.
A causa de la caída de las ventas de modelos eléctricos y a los elevados costes estructurales, la filial del grupo Volkswagen ha decidido cesar la producción del modelo SUV eléctrico Q8 e-tron en Bélgica y trasladarla a México. Esta decisión deja a 4.000 trabajadores directos e indirectos en la incertidumbre, hasta el punto en que todavía no se ha encontrado ningún empresario para el sitio.
Pero la desaparición de Audi no es un caso aislado en la industria automovilística europea, que se ve afectada por un crecimiento lento y una creciente competencia de modelos chinos. Desde principios del año 2024 no ha dejado de haber anuncios de reducciones de producción, licencias y cierres de fábricas: Stellantis en Italia, Michelin en Francia y, sobre todo, Volkswagen en Alemania, que prevé por primera vez en su historia fundar tres plantas de producción en su país de origen.
Esta crisis de la industria automovilística refleja un problema más profundo que afecta a la economía europea desde hace décadas: la desindustrialización. Este término designa la reducción del papel de la industria en la creación de riqueza de un país o una región. En Europa, la parte de la industria en el producto interior bruto (PIB) ha pasado del 28,8% en 1991 al 23,7% en 2023, lo que supone un descenso de cerca del 18% en treinta años, según el Banco Mundial.
Este fenómeno lo explican varios factores: en particular, la automatización, que reduce la demanda de mano de obra, y la deslocalización hacia países con costes más bajos. La transición hacia una economía de servicios, la pérdida de poder de compra, el aumento de los costes energéticos y la competencia creciente con economías como la china y la estadounidense pesan también sobre la industria europea. Como consecuencia, según los datos recopilados por el Institut syndical européen, 853.000 empleos industriales habrán desaparecido en Europa entre 2019 y 2023.
"Siento una sensación de rebeldía porque estoy perdiendo parte de mi futuro, pero no estamos en quiebra", se lamenta Basil, que lleva 5 años trabajando en las líneas de producción de Audi.
Como muchos de sus compañeros, este bruselense de treinta años está escandalizado por el hecho de que el cierre se haya producido en un momento en que Audi ha registrado un beneficio operativo de casi 6.300 millones de euros en 2023. "No lo entendemos, nos parece injusto", añade, denunciando el sacrificio de los empleados en nombre de la rentabilidad.
Frente a este fenómeno, Europa intenta reforzar su industria recurriendo a las llamadas tecnologías "verdes". El plan industrial del Pacto Verde para Europa pretende reforzar la independencia en materia de recursos y fomentar la inversión de las empresas en la transición energética. Este plan se basa en dos pilares: por un lado, se trata de garantizar el acceso a los medios necesarios para esta transición, y por otro, la normativa sobre la industria "cero neta", que apoya a las empresas comprometidas con la neutralidad del carbono.
Según el profesor de finanzas internacionales Bertrand Candelon, de la universidad UCLouvain, se trata de objetivos poco ambiciosos, pero que requieren inversiones masivas. "Movilizar 800.000 millones de euros", como recomienda el informe sobre la competitividad europea de Mario Draghi, ex presidente del Banco Central Europeo (nota del editor), "se está convirtiendo en algo enorme. Y dado el estado actual de las finanzas públicas, esto beneficiará principalmente a los grandes Estados que disponen de los medios financieros necesarios para invertir en estas industrias neutras en carbono".
En estos momentos, China y Estados Unidos siguen invirtiendo masivamente en sus propias industrias, consolidando su posición en los mercados internacionales, incluida Europa. Según Candelon, este rumbo hacia la dominación industrial tiene los alicientes de una guerra comercial, aumentando la presión sobre Europa para que reduzca su retraso y cumpla su objetivo de neutralidad de carbono en el horizonte 2050.
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