Ojo, empresario: hacer postureo digital puede poner fin a su negocio

La irrupción de la inteligencia artificial (IA) ha revolucionado el tejido empresarial a nivel mundial. En plena era de la transformación digital, las empresas se esfuerzan por incorporar nuevas tecnologías en sus modelos de negocio para ganar eficiencia y optimizar recursos. Sobre todo, buscan no quedarse atrás en un mercado donde la innovación está a la orden del día. Sin embargo, entre la ambición por destacar y la presión por ser más competitivas, algunas organizaciones caen en la trampa de aparentar una imagen de entidad tecnológica más avanzada de la que realmente es. Este fenómeno —también conocido como techwashing—, se ha convertido en una amenaza cada vez más presente.
Los casos más sonados de ‘techwashing’
Builder.ai. Antes conocida como Engineer.Ai, es una startup fundada en 2016 por dos ingenieros en Reino Unido. La entidad prometía usar inteligencia artificial para automatizar gran parte del desarrollo de aplicaciones móviles. En teoría, el cliente hablaba con “IA Natasha”, un asistente inteligente que le hacía algunas preguntas para saber qué tipo de aplicación deseaba y, supuestamente, se encargaría de crear una app al gusto del cliente en cuestión de horas. No obstante, tras varias investigaciones, se descubrió que, en realidad, era un grupo de trabajadores de la India los que hacía el trabajo de la supuesta herramienta de IA. La empresa llegó a alcanzar una valoración de 1.500 millones de dólares en su mejor momento. Hoy, y tras destapar que sus soluciones de inteligencia artificial eran papel mojado, se ha declarado en bancarrota.
Delphia. El pasado abril de 2024, la Comisión de Bolsa y Valores de los Estados Unidos (SEC por sus siglas en inglés), impuso una multa de 225.000 dólares a la firma de inversión Delphia por afirmar falsamente que utilizaba herramientas de inteligencia artificial para guiar las decisiones de inversión ESG de los clientes. Según la publicidad de la compañía, Delphia analizaba y recopilaba grandes volúmenes de datos para predecir tendencias y poder seleccionar a las empresas más sostenibles y con mayor proyección. Sin embargo, se descubrió que, en realidad, no tenía implementados sistemas de IA significativos y que sus decisiones se tomaban sin el apoyo de algoritmos ni modelos predictivos.
Theranos. Esta empresa, con sede en Estados Unidos, prometía revolucionar el sector salud. La empresa presumía de contar con una máquina de tecnología punta que permitía elaborar centenares de análisis clínicos con tan solo una gota de sangre, y diagnosticar decenas de enfermedades en cuestión de minutos. La entidad atrajo a jugosos inversores, entre los que destacaba James Mattis, quien fue secretario de defensa de Donald Trump, aunque todo resultó en un engaño. La fundadora, Elizabeth Holmes, fue condenada a 11 años de prisión y 450 millones de dólares de multa por fraude tecnológico y conspiración, tras demostrarse que la empresa falseó sus capacidades científicas para captar inversiones y firmar contratos. Este escándalo, como señala Marlen Estévez, es un caso pionero de condena penal firme por techwashing en el sector tecnológico.
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