Las claves: la caída cripto confirma viejas leyes de los mercados

A pocos inversores se les escapa que las criptomonedas, con la excepción de las más gamberras, se han acomodado. Percibidas en su momento como un activo para frikis, su crecimiento fue tal que los inversores institucionales –y, con ellos, los reguladores– no pudieron seguir dándoles la espalda. Esto conlleva sus ventajas, como que el apoyo de Wall Street y derivados sustenta su valor, pero también viene con una serie de cargas. Una de las principales es que, antaño abandonadas a un frenesí difícil de predecir –pero autónomas en su comportamiento–, responden ahora a los viejos fundamentos de la Bolsa más clásica, como qué decisión va a tomar la Fed o cuál ha sido el último dato de inflación. Así, cuando los activos con algo de riesgo sufren, las criptomonedas los acompañan con más fuerza. Lo que permanece invariable, sin embargo, es quién sufre más con las caídas, ya sean de criptos o de acciones: los minoristas. Como antes los frikis estaban solos no percibían una ley de la termodinámica tan extendida en los mercados como que el dinero tonto –como llaman a los minoristas en Wall Street– rara vez gana al dinero listo.
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