Las claves: la gallina de los huevos de oro sigue fiel a su fama

Dos obsesiones rondan desde hace años las cabezas de los responsables de las empresas turísticas: la desestacionalización del sector y la transición hacia un modelo que prime la calidad sobre la cantidad. En otras palabras: que los picos veraniegos no sean tan grandes –que haya turistas todo el año, en esto quizá pueda ayudar el cambio climático– y que haya menos turistas, pero de más calidad –que dejen más dinero a su paso–. Las cifras de este agosto, el mes por excelencia del sector, apuntan tímidamente a esta última tendencia: hubo más visitantes que el año anterior, sí, y España está en récord, pero el ritmo es menor. Los precios, sin embargo, siguen al alza, de la mano del gasto del turista extranjero. No en vano, viajar a Punta Cana o Riviera Maya ya cuesta lo mismo que ir a Menorca o Mojácar. En el otro lado de la moneda están los turistas españoles, cuyas rentas no pueden competir con el poder adquisitivo de los extranjeros, y cuyas pernoctaciones hoteleras están planas. La sobredependencia de la economía de un sector que no contribuye especialmente a la métrica de moda –la productividad– es harina de otro costal.
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