Los láseres dermatológicos devuelven el brillo a las esculturas del Louvre

En una tranquila ala de la galería del Louvre de París, lejos de las multitudes y bajo la emblemática pirámide de cristal, los conservadores empuñan un arma insólita en su batalla contra siglos de suciedad: los láseres dermatológicos.
Estos dispositivos de alta precisión, conocidos sobre todo por alisar arrugas en clínicas estéticas de todo el mundo, están devolviendo nueva vida al mármol, la piedra caliza y el marfil en el Centro Nacional de Investigación y Restauración de los Museos Franceses.
Allí, cientos de esculturas -desde santos medievales hasta obras maestras del Renacimiento- atraviesan distintas fases de restauración. Los láseres, financiados por el gigante francés de la cosmética L'Oréal, permiten un trabajo más rápido, seguro y preciso.
"Es absolutamente fascinante ver cómo estos dos láseres -utilizados para mejorar el aspecto de la piedra- se emplean también en dermatología para mejorar el aspecto de la piel. Ambos láseres son complementarios; funcionan con longitudes de onda diferentes, se dirigen a cromóforos distintos o utilizan el calor de formas diferentes", explica Delphine Kerob, dermatóloga y directora científica de La Roche-Posay en L'Oréal.
"Un láser es ablativo y el otro no ablativo, por lo que cada uno tiene beneficios distintos, pero también efectos secundarios diferentes. Por lo tanto, es muy importante tener cuidado -en la piel, y aquí en la piedra- para asegurarse de que el tratamiento no es demasiado ablativo", añadió.
"Es un salvavidas para nosotros"
Entre las obras tratadas con esta tecnología destaca una escultura del 'Ecce Homo' del siglo XVI, ennegrecida por siglos de contaminación y por antiguos intentos de restauración. Tras tres meses de limpieza meticulosa, los conservadores han logrado revelar vestigios de su color original bajo las capas de hollín.
"Muchas de las piezas que tenemos que restaurar se exponían al aire libre y tienen costras negras o suciedad espesa en la superficie. Y a veces, la piedra caliza es más frágil que las costras negras. Y tenemos que encontrar la manera de limpiarlas sin dañar el material original", explica la conservadora Laetitia Barragué-Zouita.
"Y el láser, que sólo tiene una acción térmica y mecánica, nos ayuda a no dañar la superficie original. De hecho, nos salva la vida". El laboratorio cuenta con cuatro láseres especializados: el Eos Combo, dos láseres Er: YAG (Erbio) y el Infinito. Todos están fabricados por la empresa italiana El.En (Ingeniería Electrónica) y se adaptan a diferentes desafíos de restauración.
El Infinito, por ejemplo, puede trabajar sobre superficies amplias y complejas gracias a su haz ajustable, que adopta la forma de cuadrados o rectángulos para seguir los contornos de las esculturas.
El láser Eos Combo es lo bastante versátil como para actuar sobre materiales orgánicos e inorgánicos —desde piedra y marfil hasta delicadas marqueterías de madera—, mientras que el Er: YAG es la herramienta preferida para superficies doradas o pintadas, donde incluso la abrasión más leve podría causar daños.
Tanto el arte como la piel, señala Kerob, sufren presiones ambientales similares: contaminación, radiación ultravioleta, humedad y el inexorable paso del tiempo. "Por eso, es muy importante elegir el aparato adecuado para cada tema y con los parámetros adecuados también en el aparato y asegurarnos de que trataremos el tema, pero sin dañar la piel ni la obra", afirma.
No obstante, el láser no es apropiado para todas las piezas. De las 30 esculturas actualmente en proceso de restauración, sólo un tercio recibirá tratamiento láser; el resto requiere una limpieza química o mecánica tradicional.
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