Ver la Fontana de Trevi costará 2 euros a partir del 7 de enero: ¿Se había visto algo así en Europa?
A partir del año que viene, los visitantes tendrán que pagar un billete de 2 euros para acceder a la Fontana de Trevi, uno de los símbolos más famosos de Roma y del patrimonio artístico italiano, mientras que la entrada seguirá siendo gratuita para los romanos.
La medida, promovida por el concejal de Turismo y Grandes Eventos, Alessandro Onorato, y aprobada por la administración municipal, forma parte de un plan para gestionar los flujos turísticos y proteger el monumento de la degradación causada por las aglomeraciones de visitantes.
La entrada podría reportar hasta 20 millones de euros a las arcas municipales, recursos que se destinarían a mejorar la oferta turística y los servicios relacionados con la visita.
Desde hace meses, la zona está sujeta a cuotas de visitantes, con un límite máximo de 400 personas a la vez en la zona inmediata a la fuente. A partir del año que viene, se organizarán dos carriles de acceso separados para residentes y turistas, y los que paguen también podrán utilizar tarjetas de crédito para sus entradas.
Por qué la entrada de pago a la Fontana de Trevi
La decisión está motivada principalmente por el deseo de contrarrestar la masificación de la Fontana de Trevi, donde cada año acuden millones de personas para hacerse fotos o lanzar la tradicional moneda. Sólo en los seis primeros meses de 2025, la zona registró más de 5,3 millones de visitantes, una cifra superior a la del Panteón en todo 2024.
Sin embargo, no faltan las críticas a la monetización del espacio público. La asociación Codacons ha calificado la entrada de perjudicial, argumentando que bellezas como plazas y fuentes deberían seguir siendo accesibles gratuitamente y que la recaudación de las tasas turísticas no suele reinvertirse en la mejora de los servicios. Según la asociación, lo deseable es, en cambio, mantener un cupo de accesos para evitar aglomeraciones y pintarrajeos.
Un fenómeno europeo: no sólo en Roma
La decisión de Roma se inscribe en un contexto europeo más amplio en el que varias ciudades están experimentando o debatiendo formas de regular el acceso a sus lugares emblemáticos en espacios abiertos y mitigar los efectos del turismo de masas.
Venecia es el caso más conocido, con una tarifa de entrada para los visitantes diurnos en los días de mayor afluencia turística, que oscila entre unos 5 y 10 euros, con exenciones para los residentes y los que se alojan en la ciudad. El sistema permite controlar los flujos y disuadir del exceso de visitantes de un día en las rutas más congestionadas.
En España, ciudades como Sevilla se plantean cobrar una tasa por el acceso a la famosa Plaza de España para financiar el mantenimiento y la seguridad del espacio.
En los Países Bajos, el pueblo de Zaanse Schans ha introducido una tarifa de entrada de unos 17,50 euros para visitar el centro histórico con sus molinos de viento, protegiendo el patrimonio y la vida de los residentes.
Medidas no costosas en Francia y Alemania
Además de las entradas, muchas ciudades europeas están experimentando soluciones no onerosas para reducir la masificación sin gravar directamente a los visitantes.
En Francia, algunas zonas muy frecuentadas, como la isla de Île-de-Bréhat, en Bretaña, y espacios naturales como el Parque Nacional de las Calanques, a las afueras de Marsella, han introducido límites diarios de acceso y reservas anticipadas, gestionando así la afluencia durante los periodos punta sin exigir ningún pago directo. En París y Marsella, las autoridades utilizan sistemas similares para distribuir los flujos en los lugares más sensibles, mejorando la seguridad y la usabilidad de los espacios públicos.
En Grecia, la Acrópolis de Atenas ha implantado un sistema de acceso basado en el tiempo para distribuir mejor a los visitantes a lo largo del día, evitando la masificación en las horas punta y preservando las estructuras arqueológicas más frágiles, sin modificar el principio de acceso público al recinto.
En Alemania, muchas ciudades y pueblos históricos regulan el turismo mediante cuotas de participantes en las visitas en grupo, limitaciones de las actividades en barrios frágiles y normas sobre el tráfico turístico, centrándose en la protección de los residentes y la calidad de la visita, sin introducir entradas para acceder a plazas o fuentes abiertas al público.
Estas estrategias muestran cómo la gestión turística puede combinar la conservación del patrimonio, la habitabilidad urbana y una experiencia turística de calidad, incluso sin tasas.
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