Isola Grande, la isla donde una aristócrata rusa acogía a Rilke y a Joyce en su paraíso botánico

Apasionada por los jardines y de espíritu hedonista, Antoinette de Saint Léger fue una figura fascinante que, además de incentivar la creación artística apoyando a escritores como James Joyce o Hermann Hesse, transformó las dos pequeñas islas de Brissago en un destacado centro cultural y botánico. Nació en 1856 en San Petersburgo. Su madre, Wilhelmine Bayer, estaba vinculaba a la aristocracia rusa y se especuló con que fuera hija ilegítima del zar Alejandro II. Dominaba siete idiomas y tocaba el piano como le indicaba su profesor, un tal Franz Liszt. Como tenía problemas respiratorios la llevaron al templado golfo de Nápoles para curarse. Los aires de la libertad debieron de sentarle de maravilla porque vivió hasta los 92. Probado el mediterráneo, ya no quiso volver a Rusia. Se casó tres veces, cada vez mejor. El tercer elegido fue Richard Fleming-Saint Léger, heredero de títulos nobiliarios y de una considerable fortuna. Gracias a él devino baronesa y adquirió en 1885 las dos islas Brissago en el lago Maggiore, en Ascona, la Suiza italiana. Cuando firmó la compra de su lugar en el mundo mandó levantar en la Isola Grande de San Pancrazio una casa lo más espaciosa posible para no estar a solas con su marido y se propuso dar rienda suelta al sueño de su vida: reunir plantas de los cinco continentes, viajar sin moverse, proteger especies y convertir una isla mínima en un magnífico jardín subtropical.
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