Las claves: el enérgico aleteo de los aranceles puede provocar huracanes

Entre golpe y golpe a la pelota de golf, Donald Trump saca tiempo para lanzar una nueva amenaza arancelaria. Mientras negocia in extremis con Suiza o India, agraciados con tarifas especialmente altas, ha puesto énfasis en los chips, a fin de que la fabricación de los aparatos electrónicos se relocalice en la medida de lo posible en Estados Unidos. Ya está consiguiendo algunos hitos, en particular con Apple, y está atrayendo a gigantes de los semiconductores como TSMC. Fabricar en EE UU aumentará, en principio, los costes laborales, lo cual repercutirá en los precios de los productos y por tanto en la inflación (no solo en la que sufran los propios estadounidenses, puesto que las empresas intentarán repartirlos por todos sus mercados). A cambio, los trabajadores asiáticos tendrán menos poder de negociación, puesto que habrá menos ofertas de empleo, lo cual puede reducir los costes de las compañías que sigan produciendo allí, y hacer más competitivos sus artículos. Aunque eso, a su vez, puede compensarse con el declive demográfico chino, por ejemplo. El enérgico aleteo de los aranceles puede provocar huracanes, y el futuro nunca suele ser como lo esperamos.
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