Santa Teresa: de las yemas artesanas a la innovación ‘gourmet’

En el corazón de Ávila, hacia 1860, nacía una pequeña confitería artesana que, con el tiempo, acabaría ocupando un lugar destacado en la tradición gastronómica española. Fundada por Isabelo Sánchez, comenzó llamándose La Dulce Avilesa, aunque pronto adoptó el nombre con el que alcanzaría la fama: La Flor de Castilla.
Motores de progreso
Del obrador al súper. Santa Teresa ha ido adaptando su catálogo de productos a las nuevas formas de consumo.
Más de 30 años. El membrillo es su producto más consolidado en el mercado nacional y representa el 35% de los ingresos.
Nuevos formatos. Las delicias y lonchas de membrillo, hechas con fruta fresca, ninguna otra empresa las elabora.
La gran apuesta. El ready to eat: las primeras cremas de legumbres refrigeradas y purés listos para calentar en el microondas, que suponen un 13% de la facturación y son ya una de las líneas de mayor crecimiento, un 20%-25% desde 2008.
Alianzas. El grupo ha cerrado un acuerdo –poco habitual para una pyme– con The Walt Disney Company para lanzar una línea infantil sin azúcar de todos sus productos, con la imagen de la nueva aventura de Lilo & Stitch.
Tres nombres marcan la historia de la firma: Isabelo Sánchez, Julián Gil e Isabel López
La evolución de Santa Teresa no se entiende sin quienes marcaron su rumbo en los momentos clave. Desde la receta original hasta la profesionalización actual, la historia del grupo se apoya en decisiones personales impulsadas muchas veces por el contexto y las necesidades de cada etapa.
Isabelo Sánchez fue el verdadero punto de partida. En pleno siglo XIX, no solo creó unas yemas que se convertirían en emblema de Ávila, sino que supo intuir su valor: las registró en la Oficina de Patentes, protegió la receta como un secreto familiar y cimentó una tradición repostera que se ha mantenido intacta más de siglo y medio después.
Ya en el siglo XX, cuando el negocio mostraba signos de agotamiento, Julián Gil Navarro apostó por revitalizarlo. Profesionalizó la gestión, reforzó la identidad de marca y amplió el catálogo sin renunciar al alma artesana. La incorporación del membrillo como nuevo producto clave marcó un punto de inflexión.
El segundo hito llegó cuando, a partir del año 2000, la empresa se abrió además a la línea de platos preparados, con gran éxito en el mercado nacional. La actual CEO, Isabel López, protagoniza la etapa más reciente. Conoce muy bien la empresa: se incorporó en 1999 y ha pasado por casi todas las áreas esenciales. Asumió la dirección general en 2013 y desde entonces lidera su modernización y crecimiento con una visión enfocada en la sostenibilidad y el desarrollo territorial. Ha impulsado redes de colaboración empresarial en Ávila, entre ellas AvilAgro, que ha presidido hasta hace solo unos meses, y hoy sigue trabajando para fortalecer el tejido agroalimentario local.
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