La falla en el desierto de Miguel Arraiz, el valenciano detrás del diseño del último festival Burning Man

Gabe Kim se gana la vida como puede conduciendo un Uber por San Francisco. Tiene 38 años y hace 10 meses dejó el estudio en el que trabajaba como artista en Los Ángeles para mudarse aquí con una sola misión: colaborar en la construcción del templo de Burning Man. Ha ido cuatro veces al famoso festival, esa celebración entre verbena psicodélica y espiritual de final del verano en mitad del desierto de Nevada, y lo que más le conmovió cada una de esas veces fue “ver arder el templo”. Así que este año, Gabe ha decidido que será uno de los 900 voluntarios que participarán en la construcción de este gran monumento efímero. En Burning Man, casi todo se levanta con las manos de trabajadores comprometidos que, como él, no cobran ni un dólar. Cuando el templo esté acabado, Gabe planea dejar allí una foto y una carta. Su hermano murió de forma repentina a los 21 años, cuando él tenía 18. Nunca pudo despedirse de él.
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