Las claves: las ciudades, desde Madrid a Berlín, siguen siendo invivibles pero insustuibles

Durante la pandemia, parecía que la gente iba a huir en masa de las ciudades, en busca de una vida en el campo con los pajaritos y las flores, teletrabajando en tareas creativas y criando familias inmensas cuyos niños pudieran moverse con libertad, sin miedo a los coches y a otros peligros urbanos. Pero ni el teletrabajo se ha vuelto omnímodo, ni es tan fácil escapar de los agujeros negros que son a veces las grandes capitales: invivibles pero insustituibles, como decía en los 80 Joaquín Sabina de Madrid (donde sigue residiendo). De ahí que el precio de la vivienda siga al alza en general, y no solo en España, aunque los análisis sociopolíticos tiendan a menudo a mirarse demasiado el ombligo, ya sea para los elogios o para los vituperios. Es el caso de Berlín, que se está planteando edificar en el terreno del antiguo aeropuerto de Tempelhof. Precisamente la capital alemana solía ponerse de ejemplo de buena gestión y de apuesta por la vivienda de alquiler asequible. Eliminar solares y parques aumenta la sensación de agobio urbano y rebaja el valor de los activos inmobiliarios ya existentes, pero así son los dolores del crecimiento.
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