De los banquetes romanos a la opulencia de Warhol: la fiesta no se acaba nunca

No hay verano sin fiesta. Hay algo en el calor, o en la pausa del trabajo, que nos arrastra a ese ritual de despilfarro y excesos: de música, alcohol, baile, conversaciones. Son momentos puramente ociosos, sin utilidad práctica, pero que conservan en su médula una esencia de catarsis, de subversión y, parece contradictorio, de descanso. Una ceremonia única por su cualidad transitoria, pero eterna porque se repite desde el principio de los siglos. El ser humano es el animal que celebra. El valor de ese acontecimiento lo retrata Carmen Morán, investigadora y catedrática de Literatura española en la Universidad de Valladolid, en el libro La belleza de las fiestas (Eolas). Además de defender el carácter elocuente del festejo, Morán describe ocho de las más memorables fiestas de la historia: desde los banquetes romanos hasta la opulencia del Warhol más fiestero, pasando por las representaciones literarias más famosas.
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