Caterpillar levanta un imperio sobre los escombros

Es imposible que los 113.200 empleados que se ocupan de Caterpillar, el mayor fabricante de equipos de construcción del mundo, tengan ganas de escribir poemas cuando vean por televisión su modelo D9 bulldozer (excavadora) usado por las Fuerzas de Defensa Israelí (IDF, en sus siglas inglesas) destruyendo casas o carreteras en Gaza y Cisjordania. El gigante estadounidense —Bank of America estima que cerrará el año con unas ventas de 62.074 millones de dólares, unos 53.100 millones de euros— espera que se desvanezca el polvo. Con una capitalización superior a los 204.000 millones de dólares (171.000 millones de euros) y una revalorización en Bolsa (a 28 de agosto) del 19%, empezó el año en 363 dólares y su estrategia es resistir, suceda lo que suceda.
Arquitectura de un trampantojo
Las nueve páginas redactadas por el fondo soberano de Noruega para explicar su salida del fabricante de maquinaria pesada Caterpillar es un tratado que expone a la luz economía y oportunismo. El resumen de esa arquitectura, que revela el fondo, es claro. Basta leer. “Resulta indiscutible que durante décadas las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) han utilizado bulldozers manufacturados por Caterpillar. Acorde con la compañía, estas máquinas son traspasadas al Sistema de Ventas Militares Extranjeras (FMS) de los Estados Unidos. En otras palabras, Caterpillar vende los equipos al Gobierno estadounidense, quien aprovechando el programa FMS los transfiere a Israel, no hay relación directa comercial entre Caterpillar y el IDF”. Pero los israelitas modifican los modelos en armas de guerra que arrasan Cisjordania. Seguro que algunos se arrodillarán en las aguas del río Jordán para lavar las manos de sus pecados.
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