Lo que el dinero no compra: el peligro de la desesperanza

La afirmación de que los ciudadanos pobres son como los demás excepto que tienen menos dinero, siempre ha sido una verdad barrada o, dicho de otro modo, ha sido un discurso que deseaba funcionar como portador de una solución totalizadora con la que taponar el enorme agujero de la desigualdad, pero la verdad es que fue producida para fallar. En la paradigmática investigación de Susan E. Mayer, What Money Can’t Buy Family Income and Children’s Life Chances (1997), quedó demostrado que el estatuto progresista que consagra la aplicación de ayudas directas para subir la rentas de las capas más pobres como mecanismo corrector, no funciona con simetría en el mundo real, tan solo abre las puertas; aún sería necesaria la transformación de otros factores que marcan la diferencia cualitativa en la vida de las personas y que proyectan a los niños de familias desfavorecidas hacia la movilidad social.
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