Por qué la deuda española está en máximos, pero es más asumible que antes
Hubo un pasado, no tan lejano, en el que las estadísticas sobre la deuda pública solían ir acompañadas de terminología fatalista: rescate, corralito, quiebra… Y no era para menos. En 2012, en plena crisis de la deuda soberana europea, la actividad económica no levantaba cabeza, tanto el sector privado como el público estaban asfixiados, los ataques especulativos en los mercados eran constantes y el precio de la financiación rozaba máximos. Hoy, cerca de una década después, esa sensación de angustia se ha atenuado, aunque España está, en volumen, el doble de endeudada que entonces. ¿Qué ha cambiado para que una cantidad tan abrumadora de pasivo ya no sea sinónimo de riesgo inminente? Las razones son múltiples, pero la respuesta podría resumirse en que ahora hay confianza en que el país puede pagar sus compromisos financieros.
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