Joinup: cuando la movilidad corporativa se convierte en negocio

El primer año de operación, en 2012, Joinup facturó apenas 125 euros. Elena Peyró y Alberto López, ambos ingenieros de caminos, se lanzaron a la aventura del emprendimiento con una app para compartir taxi en Barcelona. En 2013, la facturación creció hasta los 1.400 euros y la empresa comenzó a despertar interés entre flotas de taxi en ciudades como San Sebastián, Madrid y Valencia. Rendirse nunca fue una opción. “Lo que mejor hemos hecho desde entonces es escuchar las necesidades del mercado y pivotar el modelo de negocio”, cuenta Peyró, consejera delegada de Joinup.
La crisis sanitaria
La pandemia. La movilidad es un termómetro de la economía. “Antes de que se cerrara todo, ya sabíamos que se venía algo muy grave”, cuenta Elena Peyró, consejera delegada de Joinup. El 6 de enero de 2020 fue un día clave, cuando los emprendedores advirtieron a inversores y empleados de que se avecinaba algo importante. “A partir de ahí, tomamos decisiones rápidas y difíciles”, recuerda. “La recuperación fue muy dura y con altibajos: parecía que la situación mejoraba, pero luego aparecían nuevas olas que obligaban a retroceder”, prosigue.
Nuevos servicios. “Muchas compañías querían pagar los kilómetros recorridos en sus coches particulares. Este servicio fue otra respuesta directa a las necesidades del cliente en un momento muy particular”, indica Peyró.
Cómo hacer que una idea se transforme en empresa
Poner en marcha un negocio no es cosa fácil. Se requiere paciencia, dinero, pero sobre todo buenas ideas. “Cuando decidimos lanzarnos, los dos éramos ingenieros, muy metódicos, con todo planificado”, dice Elena Peyró, CEO de Joinup. Fue un viernes cuando ella y su socio se pusieron manos a la obra. “Dijimos: el lunes traemos cada uno nuestras ideas, elegimos una, hacemos un plan de negocio, marcamos tiempos y la desarrollamos en nuestro tiempo libre, fines de semana incluidos”. Y así hicimos, nació la compañía.
“La idea que elegimos fue una de Alberto. Yo traía modelos más convencionales, y él apareció con algo diferente: compartir taxis”, cuenta Peyró. Desde el principio del proyecto, había ya una conciencia muy fuerte sobre sostenibilidad. “La idea tenía poco de pies y cabeza, pero nos lanzamos”, comenta. Hicieron el plan de negocio y eligieron un nombre: Joinup. “Nos sonaba internacional, pensando ya en una posible expansión”.
En esa época, el año 2012, no había cultura de compartir. “El público no estaba preparado y nosotros no teníamos presupuesto para grandes campañas de marketing. Aquello era insostenible”, dice. Y entonces llegó el clic. “Una empresa se acercó y nos dijo: ‘Me encanta esto, pero lo quiero para mis empleados”. Y ahí vieron la luz.
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