La Escuela de pastores de Castilla-La Mancha forma en tres años a 300 alumnos, el 75% extracomunitarios

“He venido a España a trabajar. No puedo distinguir. Lo que encuentre, haré”. Soury Diakite tiene 26 años, llegó a España hace diez meses huyendo de la guerra en Malí. Lo mismo que Mouriba Diara, de 25 años y desde hace nueve meses solicitante de asilo. Los dos trabajan como pastores en una explotación ovina de Moral de Calatrava (Ciudad Real). Son el recambio que la ganadería, aquejada de la falta de relevo generacional y el progresivo abandono del medio rural, necesita para poder sobrevivir. “En nuestro país apenas hemos estudiado. Solo primaria, así que tenemos que trabajar en lo que salga”, justifica Mouriba junto a la vivienda habilitada por el propietario de la finca a escasos metros de los corrales.
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