‘Las muy ricas horas del Duque de Berry’: el libro por el que vale la pena viajar a Chantilly

A poco más de una hora en coche al norte de París, entre bosques silenciosos y jardines delineados con precisión de orfebre, se alza el castillo de Chantilly. Cuando el día se apaga, el castillo se duplica reflejado en el agua del lago que lo rodea y lo hace inexpugnable. Más que en el agua, parece suspendido en el tiempo, como si fuera una postal de Francia detenida en el siglo XVII. El príncipe de Condé levantó este lugar como un escaparate de poder, pero también como un refugio del alma. Siglos más tarde, su heredero, el duque de Aumale, uno de los más grandes coleccionistas de arte del siglo XIX, llenó sus salones con los tesoros de su impresionante colección: obras maestras, manuscritos, libros raros y objetos preciosos custodiados en el Museo Condé.
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