Las claves: Trump no siempre se echa atrás, pero a veces sus amenazas no se cumplen

Donald Trump, presidente de EE UU, acudió el domingo a la final del Abierto de Estados Unidos de tenis, invitado por Rolex, que quiere hacer lobby para reducir los aranceles a Suiza, o al menos a sus relojes. El día anterior se había reunido con los grandes magnates de las tecnológicas, incluido Bill Gates; todos mostraron su pleitesía, aunque el que lo hacía con más naturalidad era Mark Zuckerberg, que sabe adaptarse mejor al zeitgeist. El viernes, también, Trump volvió a amenazar a Europa con más aranceles por la multa de casi 3.000 millones de euros a Google (una relativa demostración de fuerza de la UE, aunque con cuatro días de retraso). Igual que no había que minusvalorar su anuncio del día de la liberación, tampoco conviene exagerar el margen de EE UU para subir las tarifas. Hay que atender a los hechos consumados: en abril, la Casa Blanca anunció una tregua, pero mantuvo un mínimo de 10% para todos los países, que en la UE se sumaba a los ya en vigor, casi totalizando el 15% que finalmente se ha fijado. Subir los aranceles demasiado frenaría en exceso el comercio, y anularía parte del beneficioso efecto en el erario estadounidense. Trump no siempre se echa atrás, pero a veces sí.
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