El biometano, a la espera de incentivos y un marco normativo que favorezca su desarrollo
Hace frío –unos 10 grados–, pero los rayos de sol mitigan en parte la desapacible mañana de finales de noviembre. Estamos en el parque tecnológico de Valdemingómez, en la planta de tratamiento de biogás del Ayuntamiento de Madrid que gestiona PreZero, la división medioambiental del grupo alemán Schwarz, dueño de Lidl. El ruido es ensordecedor –los empleados utilizan cascos al recorrer el emplazamiento– y un olor acre, a basura descompuesta, penetra de pies a cabeza.
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Transformación y perspectiva futura
Proceso. El biogás procedente de las plantas de tratamiento de residuos sólidos urbanos de Las Dehesas y La Paloma, en Valdemingómez, se somete a un proceso de digestión anaerobia o de biometanización en la planta que gestiona PreZero. Esto es, se lava, se seca y se comprime –se realiza un upgrading en el argot técnico– para su inyección en la red nacional de transporte de gas natural. “Se eliminan el CO2 y otros elementos para que quede solo un 96% de metano”, explica Carlos Cavadas, gestor de la instalación. El complejo consta de una sala de control, un sistema de upgrading, de tratamiento de agua, de aire, un gasómetro y una antorcha. En 2021, la compañía invirtió siete millones en su ampliación, para lo cual recibió una ayuda de casi 700.000 euros de fondos europeos. La comercializadora Axpo es su principal cliente y abastece a toda la línea 1 de autobuses de la EMT. El contrato de explotación de dicha planta con el Ayuntamiento de Madrid vence en 2026.
Auge del negocio. El sector estima unas 685 instalaciones y una producción asociada de aproximadamente 29 TWh anuales en el futuro, a partir del interés mostrado para su conexión a las infraestructuras de transporte y distribución, señalan desde la patronal Sedigas.
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