Alquimia fiscal
La alquimia fiscal que hacen las grandes empresas para tributar donde les resulta más ventajoso, no necesariamente donde obtienen sus ingresos y beneficios, lastra enormemente las arcas públicas. El nivel de concienciación sobre estas grietas de la fiscalidad ha aumentado en los últimos años y algunos países han planteado medidas en el seno de la OCDE, pero los resultados son insuficientes. La factura española resulta elocuente. Entre 2016 y 2021 el fisco dejó de ingresar más de 30.000 millones de euros, una cantidad equivalente a lo que Hacienda ingresa en todo un año por el impuesto de sociedades, por esas prácticas. Los datos, ofrecidos por Tax Justice Network, una red internacional de investigadores y activistas que rastrean los efectos de la elusión fiscal en el mundo, revelan las brechas que arroja este impuesto para las grandes empresas. Existen demasiados territorios (en gran medida paraísos fiscales, pero también otros sin esa etiqueta pero que ejercen gran magnetismo como sede para tributar) en los que un tipo bajo –y numerosas deducciones fiscales– atraen a las grandes empresas, las que tienen capacidad para elegir dónde pagan sus impuestos.
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