Théo Mercier, el artista que explora la posibilidad de supervivencia al apocalipsis: “Vivimos el final, pero también el comienzo de un nuevo día”

Si no fuera por sus tatuajes —el que lleva plantado en medio del cuello reza “sentimental”—, Théo Mercier podría pasar por un bello poeta salido del París decimonónico. En su porte hay una melancolía romántica que contrasta con la crudeza de una obra guiada por la idea de un apocalipsis suave, de un fin del mundo silencioso, al que tal vez ya asistamos sin darnos cuenta. El artista nos recibe al final del verano en su estudio, no muy lejos del cementerio de Père Lachaise. El espacio, diáfano y depurado, parece más una galería de arte que un taller: las paredes blancas, los suelos de cemento pulido y las largas mesas de trabajo revelan un orden casi quirúrgico. En estanterías minimalistas se alinean esculturas, fósiles, piedras, conchas, fragmentos de cerámica y otras reliquias encontradas en mercados o montañas. La luz que entra por los ventanales se posa sobre cada superficie, dibujando las grietas y relieves, revelando la textura de las cosas, la historia que se esconde en cada objeto.



