Los ultraprocesados alimentan la crisis sanitaria mundial: los expertos exigen su regulación
El aumento del consumo de alimentos ultraprocesados, como aperitivos envasados, platos preparados y bebidas azucaradas, constituye una grave amenaza para la salud pública que alimenta las enfermedades crónicas en todo el mundo y agrava las desigualdades en salud, según un nuevo informe.
Una nueva investigación, elaborada por 43 especialistas de todo el mundo, ha reunido las pruebas más sólidas hasta la fecha de que las dietas ricas en ultraprocesados están desplazando las comidas tradicionales, empeoran la calidad de la dieta e incrementan el riesgo de múltiples enfermedades crónicas.
Las conclusiones, publicadas en 'The Lancet', advierten de que los ultraprocesados se conciben a menudo pensando más en la comodidad y el lucro que en la salud, y de que las compañías que están detrás recurren al marketing agresivo y a su influencia política para mantener a raya las regulaciones.
¿Qué son los ultraprocesados?
Los ultraprocesados se elaboran con ingredientes industriales baratos, aditivos cosméticos y técnicas de procesado intensivo que las hacen duraderas, muy apetecibles y fáciles de consumir en exceso.
Entre los ejemplos más comunes figuran los platos preparados de supermercado, las pizzas congeladas, los cereales de desayuno azucarados, las galletas, las salchichas, los helados, los nuggets de pollo, los palitos de pescado y los fideos instantáneos.
En países como el Reino Unido y Estados Unidos, más de la mitad de las calorías diarias de una persona media proceden ya de ultraprocesados. Otros países se están acercando con rapidez. En los últimos 30 años, el consumo de ultraprocesados se ha triplicado en España (del 11% al 32%) y en China (del 4% al 10%).
¿Hasta qué punto son perjudiciales?
El nuevo análisis reúne más de 100 estudios a largo plazo sobre los ultraprocesados y la salud. En total, 92 hallaron que un mayor consumo de ultraprocesados se asociaba a un aumento del riesgo de una o más patologías crónicas.
Entre ellas figuran la obesidad, la diabetes de tipo 2, las enfermedades cardíacas, la depresión y un mayor riesgo de muerte prematura. Los ultraprocesados también se vinculan con comer en exceso, un aporte excesivo de azúcar y grasas poco saludables y niveles bajos de fibra y proteína.
La investigación también subraya que se acumulan las pruebas de que la forma en que se fabrican y envasan estos productos puede exponer a la población a una serie de sustancias potencialmente nocivas.
La fabricación a altas temperaturas puede generar compuestos como acrilamida, furanos y grasas trans industriales, sustancias químicas que otros estudios han vinculado con la inflamación y el riesgo de cáncer.
Además, los ultraprocesados suelen presentarse en envases de larga duración que pueden liberar "disruptores endocrinos" como ftalatos, bisfenoles y PFAS, los llamados "químicos eternos", que a su vez pueden interferir en las hormonas del organismo.
¿Qué dicen los expertos en salud?
Mathilde Touvier, destacada epidemióloga del Instituto Nacional francés de Salud e Investigación Médica (Inserm), afirmó que la investigación "justifica la necesidad de actuar con políticas públicas". Señaló que, aunque el debate dentro de la ciencia de la nutrición es normal, no debe confundirse con los intentos de la industria de socavar las pruebas.
"El creciente cuerpo de investigación sugiere que las dietas ricas en alimentos ultraprocesados están perjudicando la salud a escala global y justifica la necesidad de políticas públicas", dijo.
Camila Corvalan, especialista chilena en salud pública conocida por impulsar algunas de las leyes de etiquetado de alimentos más estrictas del mundo, defendió que los gobiernos deben intervenir.
"Afrontar este desafío exige que los gobiernos den un paso al frente e introduzcan medidas valientes y coordinadas, desde incluir indicadores de ultraprocesados en el etiquetado frontal hasta restringir la publicidad e implantar impuestos a estos productos para financiar un mayor acceso a alimentos asequibles y nutritivos", señaló.
El epidemiólogo de la nutrición Barry Popkin añadió que las etiquetas deben resaltar los indicios de procesado intensivo, no solo los niveles de azúcar o grasa. "Pedimos incluir ingredientes que actúan como marcadores de ultraprocesados, por ejemplo colorantes, aromas y edulcorantes, en el etiquetado frontal, junto al exceso de grasas saturadas, azúcar y sal, para evitar sustituciones poco saludables y permitir una regulación más eficaz".
Los expertos también proponen prohibir los ultraprocesados en hospitales y colegios, reducir su presencia en las estanterías de los supermercados y utilizar los impuestos a determinados ultraprocesados para subvencionar fruta, verdura y productos frescos básicos para los hogares con rentas bajas.
Proteger los beneficios y resistirse a una regulación eficaz
Más allá de los efectos negativos sobre la salud, el análisis alerta del poder político de los fabricantes de ultraprocesados, un sector que en todo el mundo factura cerca de 2 billones de dólares (1,7 billones de euros) al año.
Simon Barquera, destacado experto mexicano en obesidad y diabetes, sostuvo que el auge de los ultraprocesados no es tanto una cuestión de elección personal como de presión política. "Las grandes corporaciones, no las elecciones individuales, están detrás del auge global de los alimentos ultraprocesados".
Añadió que, aunque las empresas suelen presentarse como aliadas para mejorar la nutrición, "sus acciones cuentan otra historia, centrada en proteger los beneficios y resistir una regulación eficaz".
Una nota de cautela de expertos independientes
Ahora bien, algunos expertos ajenos al estudio advierten de que esta revisión recientemente publicada, en tres partes, debe tomarse con cautela. Jordan Beaumont, profesor titular de alimentación y nutrición en la Universidad Sheffield Hallam, sostuvo que el concepto de ultraprocesados y su impacto en la salud es "muy controvertido".
"Hay pocas pruebas convincentes y de alta calidad de que los ultraprocesados sean intrínsecamente insanos. De hecho, los autores de este artículo basan sus afirmaciones en pruebas relativamente débiles, como estudios observacionales y revisiones narrativas", afirmó.
Kevin McConway, catedrático de estadística aplicada en la Open University, señaló que, aunque parte de la evidencia científica es convincente, "siguen existiendo lagunas en las conclusiones". "Una investigación adicional con mejores mediciones dietéticas podría no conducir a conclusiones diferentes, pero en realidad no sabemos si será así hasta que se lleve a cabo utilizando las nuevas métricas".
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