Galicia en autocaravana: un viaje de 15 días por las Rías Baixas

"El turismo en autocaravanas está en aumento y hay que apoyarlo con más áreas públicas porque es estratégico, sobre todo por ser de todo el año, con alta capacidad económica y medio ambientalmente sostenible", destaca María del Mar García, presidenta de la Asociación Galega de Autocaravanas (AGA). La Asociación estima que estos turistas se gastan una media de 100 euros por persona al día si comen fuera y entre 60 y 70 euros los que lo hacen en la autocaravana, con el combustible como gasto más importante.
Baiona, primera villa de Europa en saber de América
El trasiego de autoracavanas por la comunidad gallega, un lugar fuertemente golpeada por los incendios este verano, se ve de forma clara. Esta región es propicia para este tipo de turismo con más de 170 áreas públicas, según AGA, que anima a los ayuntamientos a crear más espacios así.
Baiona es el punto de partida de la ruta en la que se alternan paisajes de mar y montaña, pueblos con identidad propia y una gastronomía marcada por el marisco y el albariño. Aun siendo turística, Baiona todavía conserva su esencia como villa marinera, con un casco histórico declarado de interés histórico-artístico y una imponente muralla junto al mar, la Fortaleza de Monterreal, hoy Parador Nacional. También tiene un hueco en la historia por ser la primera villa de Europa en conocer la noticia del descubrimiento de América gracias a la llegada de la carabela La Pinta en 1492, cuya réplica puede visitarse en el puerto.
Vigo y Pontevedra: Energía urbana versus monumentalidad
Vigo nos recibe con la energía de una gran ciudad portuaria y moderna; no en vano su puerto es uno de los más importantes de Europa. El casco histórico es un hervidero de gente en las terrazas o en la propia calle, refrescando o calentando sus gargantas. Cualquier rincón se presta a disfrutar; si es en el Mercado de la Piedra, más aún en el puesto de ostras.
La ciudad más grande de Galicia cuenta con una vida cotidiana intensa que atrae a miles de visitantes de todas partes. Desde el centro se divisan las Islas Cíes a las que llegan hordas de turistas en ferries que salen del mismo puerto, pero, la imagen de postal es la que regala la ciudad desde la Fortaleza del Castro, en el Monte do Castro, desde donde se obtiene una panorámica espectacular de la población, la ría y las islas.
Al otro lado de la ría de Vigo, justo enfrente, está Cangas, la villa marinera ligada a la tradición. Si Vigo muestra la cara moderna y dinámica de Galicia; Cangas es su memoria marinera. Aquí todo gira en torno al puerto, con casas tradicionales en el casco antiguo y calles estrechas.
Subiendo por la Ría de Pontevedra nos encontramos con Marín, un rincón muy especial sin tanto renombre turístico que conserva un aire auténtico más pegado al día a día de sus gentes. Sorprende por sus playas pequeñas y tranquilas, con aguas transparentes, rodeadas de pinares, y un ambiente familiar.
A pocos kilómetros de Marín, Pontevedra se muestra como una ciudad monumental con un gran patrimonio histórico y uno de los cascos antiguos mejor conservados de Galicia. Sus plazas medievales rebosan vida; su iglesia de la Virgen Peregrina, con planta en forma de vieira, es su mayor símbolo y un punto importante en el Camino de Santiago portugués.
Combarro y Sanxenxo, dos caras del turismo
Siguiendo el recorrido, llegamos a uno de los sitios más fotografiados de las Rías Baixas: Combarro. Es uno de los pueblos más icónicos de Galicia. Sus más de 60 hórreos, muchos frente al mar, sus cruceiros y calles empedradas, así como su ambiente marinero y sus tabernas, lo convierte en un auténtico pueblo-museo. Parece como si aquí el tiempo se hubiera detenido en un entorno que fusiona lo rural (hórreos y cruceiros) con lo marinero (puerto, casas de pescadores).
La postal viva de Combarro contrasta con la experiencia de turismo masivo de Sanxenxo, epicentro turístico de las Rías Baixas. En julio y agosto se llena hasta la bandera por quienes buscan sol, playa y ambiente. Es la cara más masificada y urbanizada de este recorrido, que se aleja de la calma y la autenticidad de otros pueblos marineros de la zona. Una parada breve antes de buscar otros horizontes como la Playa de A Lanzada, una de las mejores playas de Galicia. Más de 2,5 kilómetros de arena dorada, con dunas protegidas y un oleaje atlántico que impone respeto.
O Grove y A Toxa: Mar y lujo
En O Grove, a la entrada de la ría de Arousa y frente a la isla de A Toxa, el mar marca el ritmo. Su puerto es el corazón económico y social de la villa: de aquí parten barcos pesqueros y marisqueros todos los días, así como embarcaciones turísticas que llevan a visitar las bateas, las plataformas flotantes donde se crían los mejillones gallegos. Es la capital del marisco.
Cruzamos el puente que conecta O Grove con Illa da Toxa, célebre por su lujo, sus balnearios y la Ermita de Caralampio, la única capilla en el mundo cubierta por entero con conchas de vieira para protegerla de la humedad provocada por la lluvia y el clima costero. Esta pequeña isla, rodeada de pinares y jardines, ha sido destino de reyes, políticos y escritores por sus aguas termales medicinales. Su famoso jabón ya forma parte de la historia de España.
Cambados, un baño de realidad
Del lujo y el turismo exclusivo de Illa da Toxa a la villa marinera y popular de Cambados, ligada a la pesca, el marisqueo y el albariño; de la Galicia de postal turística a la Galicia real. Su mejor esencia está en el barrio de pescadores de la población, Santo Tomé, junto al puerto, con calles estrechas y empedradas, flanqueadas por casas bajas de piedra, muchas de ellas con balcones y detalles marineros.
Cambados nos regaló una lección de vida, mostrándonos la dura faena de las mariscadoras. Unas 200 (jóvenes y mayores, y algunos hombres) llegaron en procesión a la playa, pertrechadas con sus rastrillos, flotadores y carritos para, durante tres horas, recoger hasta seis kilos de almejas cada una en una labor titánica de desenterrar, medir su tamaño (no menos de cuatro centímetros) y devolver al mar a las más pequeñas y al bote a las más grandes.
Nos contaron lo duro de su trabajo, lo poco reconocido que está y, en temporada baja, lo mal pagado. Tras la recogida, van a pesar su mercancía y les dan un vale para cobrar una vez se haya subastado en la lonja.
Cada vez es más común ver a turistas haciendo un tour, de no más de 25 personas a 10 euros por adulto, que muestra el trabajo de estas personas: "Trabajamos mucho en primavera y otoño con colegios en intercambios, sobre todo con Francia e Inglaterra. Para ellos es una experiencia única y para nosotros una forma de dar a conocer nuestro trabajo", nos cuenta una mariscadora-guía turística de Guimatur.
Illa de Arousa, puro paraíso
Dejamos atrás Cambados para adentrarnos en A Illa de Arousa. Nada más cruzar el puente, aparcamos la autocaravana en un parking justo al lado. Es un buen momento para coger la bicicleta y recorrer la isla que es un puro paraíso. La primera parada es el puerto que concentra buena parte de la vida isleña. La isla cuenta con rincones mágicos y playas vírgenes en las que disfrutar todo el día.
En Catoria, damos un salto a la historia con las Torres do Oeste, que guardan memoria de las invasiones normandas y vikingas, con embarcaciones nórdicas amarradas junto a sus ruinas. Su origen se remonta al siglo IX para proteger la desembocadura del Río Ulla y Santiago de Compostela de los ataques invasores. Su romería vikinga atrae en agosto todos los años a miles de visitantes.
Rías Baixas de La Coruña
Tras una breve parada en Padrón, ya en la provincia de La Coruña, llegamos a Boiro con su más de 30 kilómetros de costa. Aquí la playa vuelve a ser protagonista en un entorno que, sin embargo, también acusa la presión turística. Tras pasar por Ribeira, con uno de los puertos pesqueros más importantes de Galicia, descubrimos el Parque Natural de Corrubedo y las dunas de Carregal y Vixán, con su gran duna móvil y ecosistema protegido. Este es uno de los espacios naturales más singulares de Galicia y un emblema de las Rías Baixas. Sus playas son, sencillamente, espectaculares y alejadas de cualquier atisbo de turismo de masas. Galicia muestra aquí su rostro más salvaje y menos alterado por el hombre.
El 'roatrip' encara su final en Noia, una villa medieval de callejuelas encantadoras y un cementerio histórico que atrae tantas visitas como su propio casco antiguo. Cuenta con más de 500 lápidas medievales y renacentistas, muchas de ellas gremiales (muestran símbolos de los enterrados como zapateros, carpinteros...) que constituyen un catálogo único en Europa. Y, finalmente, Muros, con su puerto espectacular y un aire marinero que invita al visitante a relajarse y disfrutar de una villa gallega con identidad propia.
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