Imágenes íntimas y 'deepfakes' sin consentimiento: el fenómeno de la pornovenganza sacude Europa

En Italia, la burbuja estalló con el grupo de Facebook Mia Moglie, que estuvo activo desde 2019 hasta su eliminación tras las quejas de activistas. Similar fue la reacción con Phica.eu, un polémico sitio web que albergaba imágenes manipuladas de mujeres -incluidas líderes políticas como la primera ministra, Giorgia Meloni, la secretaria del Partido Democrático, Elly Schlein, y otras figuras públicas- acompañadas de comentarios vulgares y ofensivos.
Varias víctimas presentaron una denuncia y la presión política llevó al cierre de la plataforma. El Gobierno ha anunciado medidas para reforzar la protección en línea y promover una profunda transformación cultural sobre el tema. En Europa, el fenómeno de la difusión no consentida de imágenes íntimas se manifiesta a través de numerosos grupos en línea y plataformas digitales.
En Reino Unido, la Revenge Porn Helpline, activa desde 2015, atendió más de 22.000 casos solo en 2024, entre imágenes íntimas no consentidas y 'deepfakes', mientras que la legislación basada en la Online Safety Act y la nueva Data (Use and Access) Act también castiga los 'deepfakes sexuales', aunque persisten las dificultades para eliminar contenidos alojados en el extranjero.
En España, según el estudio Busca, perrita de la investigadora Elisa García-Mingo, grupos misóginos como la comunidad Hispasexy en Telegram difunden imágenes sexuales sin consentimiento, desarrollando una "misoginia colaborativa" combinada con una fuerte competencia entre varones; a mediados de agosto, la Guardia Civil cerró un chat con entre 400 y 600 participantes, identificando al menos 27 víctimas.
El año pasado, en Portugal, se descubrió en Telegram un grupo con unos 70.000 miembros. Para unirse había que pagar 20 euros y las fotos de mujeres estaban organizadas por tipos, incluidas las esposas. Una de las secciones más populares del canal se llamaba voyeur. Se utilizaba para enviar fotos tomadas a mujeres en la calle, en supermercados o en el transporte público. En Serbia se cerraron 16 grupos de Telegram que compartían fotos y vídeos explícitos.
En Francia , asociaciones como StopFisha trabajan activamente para eliminar contenidos nocivos, y en Alemania se descubrieron grupos con hasta 70.000 miembros que difundían consejos sobre violencia sexual.
También en Italia, asociaciones como Siamo Pari colaboraron con las autoridades para identificar grupos de Telegram que compartían imágenes íntimas sin consentimiento. Estos casos ponen de manifiesto cómo esta práctica afecta a varios países europeos, en los que plataformas digitales como Telegram y WhatsApp se utilizan a menudo como vehículo, mientras se siguen desarrollando respuestas legales y asociativas para contrarrestar esta forma de violencia digital.
Algunos casos en el mundo
Incluso fuera de Europa, la difusión no consentida de imágenes íntimas y 'deepfakes' sexuales es un fenómeno preocupante y creciente. En China, el canal de Telegram MaskPark, con más de 100.000 suscriptores, compartía vídeos voyeuristas y fotos tomadas subrepticiamente a mujeres, y el cierre del canal principal no ha frenado la actividad de otros grupos similares, mientras que los instrumentos legales siguen fragmentados y la represión del feminismo es limitada.
En Corea del Sur, grupos similares contaban con entre 200.000 y 400.000 usuarios hace años, y entre 2021 y 2024, los casos denunciados de 'deepfakes' sexuales aumentaron de 156 a más de 800; a pesar de las sanciones legales, muchas víctimas se sienten desprotegidas y obligadas a retirarse de las redes sociales para evitar males mayores.
El tamaño de estos grupos es a menudo enorme: una encuesta de la 'BBC' en 2022 supervisó 18 canales de Telegram y 24 grupos en países como Rusia, Brasil y Kenia, contabilizando alrededor de dos millones de miembros, lo que confirma el alcance global de este fenómeno y la dificultad de combatirlo eficazmente.
La evolución de las modalidades y "reglas" de los grupos
Las modalidades de actuación de estos grupos han evolucionado con la tecnología: hoy no se trata sólo de compartir imágenes reales, sino también de crear imágenes falsas, manipuladas con inteligencia artificial. Esta evolución supone un riesgo importante, ya que en lugar de ser una herramienta para la libertad y el desarrollo, la tecnología puede convertirse en un medio para someter a las mujeres a nuevas formas de victimización, ahora generalizadas en todas partes.
Un elemento recurrente es la camaradería masculina y el silencio cómplice: chats de WhatsApp o Telegram compuestos sólo por hombres donde se comparten venganzas pornográficas, imágenes hechas públicas sin consentimiento y memes misóginos, homófobos o transfóbicos como si fueran mero entretenimiento.
No es un fenómeno nuevo: ya en 2010 nació el foro Is Anyone Up?, creado por Hunter Moore, donde exparejas colgaban fotos e información personal para vengarse. En Reddit, hace más de diez años, circulaban las llamadas 'creepshots' -fotos y vídeos captados sin conocimiento de las víctimas-, y entre 2012 y 2013, más de 20 mujeres denunciaron a la web Texxxan, ya cerrada, por publicar fotos y datos personales con fines de humillación.
Muchos de estos grupos tienen normas internas precisas: algunos sólo aceptan imágenes de "esposas o novias", es decir, mujeres con las que se mantiene una relación en ese momento; otros prohíben la alteración de las imágenes mediante IA, mientras que otros exigen la manipulación digital, premiando a quienes "editen mejor" las fotos, considerados machos alfa. Una norma común es que quien no comparte contenidos no puede permanecer en el grupo: la participación obligatoria transforma a cada miembro de espectador en cómplice activo.
Comparación de legislaciones
En Europa, la mayoría de los países han introducido penas importantes para la difusión no consentida de imágenes íntimas, aunque con diferencias en los detalles y la gravedad de las penas. En Italia, el artículo 612 del Código Penal, introducido en 2019, prevé hasta seis años de prisión para quienes difundan imágenes sexuales sin consentimiento.
En Francia, la ley castiga el delito con hasta dos años de prisión y una multa de hasta 60.000 euros, y permite a la víctima solicitar la retirada inmediata del contenido. En Alemania, la difusión de imágenes privadas se castiga con penas de hasta dos años de prisión o multa, mientras que las víctimas pueden obtener la retirada legal de los contenidos por la vía civil.
En el Reino Unido, la normativa incluye la Ley de Justicia Penal y Tribunales de 2015 y la Ley de Seguridad en Línea de 2023: las penas son de hasta dos años de prisión, con agravantes para las 'deepfakes' sexuales no consentidas. En España, el artículo 197 del Código Penal prevé hasta un año de prisión o multa, con penas más severas si se trata de 'deepfakes'.
Portugal y Malta, respectivamente, prevén penas de hasta dos años de prisión por difundir imágenes íntimas sin consentimiento. Grecia también ha endurecido las penas por pornografía vengativa y acoso digital, como parte de las recientes reformas contra la violencia de género.
En Estados Unidos, una ley federal contra la distribución no autorizada de imágenes sexuales reales o generadas por IA se aprobó en 2025, con un consenso interpartidista entre republicanos y demócratas; la legislación hace hincapié en cómo la tecnología, si se utiliza mal, amplifica los riesgos de nuevas formas de victimización, especialmente para las mujeres y los menores.
Lo que une las experiencias, de España a Italia, de Asia a América, es la desproporción entre la rapidez con la que se difunde el material en línea y la lentitud con la que los sistemas legales y judiciales son capaces de intervenir.
Represión penal e instrumentos civiles de protección
Además de la represión penal, en muchos países las víctimas pueden recurrir a instrumentos civiles para obtener la retirada de contenidos y una indemnización por daños morales y materiales. Este panorama muestra cómo, a pesar de las diferencias legislativas, Europa reconoce la gravedad del fenómeno y prevé importantes sanciones para proteger la intimidad y la dignidad de las víctimas.
Si en Italia el escándalo se encendió con el caso de Mia Moglie y Phica.eu, en otros contextos la respuesta pasa por la denuncia pública, el activismo jurídico y la adopción de leyes específicas contra la violencia digital. Pero el reto sigue siendo global: desde el 'deepfake' hasta los chats cerrados, la defensa de la dignidad y la privacidad de las mujeres requiere una legislación actualizada, una aplicación rápida y un cambio cultural.
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