Crisis del agua en Gaza: el acceso se desploma un 97% y un simple vaso ya cuesta 17 euros

A la luz de la destrucción masiva causada por la guerra en la Franja de Gaza, la crisis del agua destaca como uno de los desastres humanitarios más graves sufridos por la población, con un consumo de agua per cápita que ha descendido a niveles peligrosamente bajos, alcanzando las cotas más bajas en años. Allí donde las redes y los pozos solían satisfacer las necesidades diarias mínimas, Gaza se enfrenta hoy a una escasez sin precedentes, agravada por la destrucción de más del 60% de la infraestructura de la red de agua, así como por la interrupción de los suministros israelíes y la falta del combustible necesario para hacer funcionar los pozos.
Con cada gota de agua que buscan los habitantes de Gaza, se desencadena una tragedia mayor: redes destruidas, pozos rotos y fuentes contaminadas que amenazan la salud pública. Esta crisis se ha convertido no sólo en una amenaza para la vida cotidiana, sino también para el futuro, ya que el acceso al agua potable se ha convertido en un reto existencial para los más de dos millones de personas que viven en la Franja de Gaza, con una escasez cada vez mayor y unos recursos limitados.
El consumo de agua per cápita se ha desplomado un 97 %
Amplias zonas de la Franja de Gaza -especialmente en su norte y sur- se han convertido en áreas "siniestradas" según las descripciones de la ONU, después de que Israel destruyera decenas de pozos y redes de distribución, haciendo la vida casi imposible en esta pequeña zona.
Las principales fuentes de agua han sido sistemáticamente atacadas, y las familias han perdido el acceso incluso a sus necesidades diarias mínimas. Las cifras de la UNRWA indican que más del 67% de las instalaciones de agua y saneamiento han sido destruidas, mientras que el Ayuntamiento de Gaza confirma que el 80% de su maquinaria de servicio, incluidas las bombas de agua y la maquinaria de tratamiento de aguas residuales, está fuera de servicio.
En la actualidad, los gazatíes dependen de frágiles plantas desalinizadoras, donadas por donantes árabes e internacionales, pero siguen siendo insuficientes para satisfacer las necesidades de la población gazatí. Las largas colas ante los puntos de distribución y las escenas de transporte de agua en cubos y cisternas primitivas ya no son una excepción, sino una realidad cotidiana que obliga a los residentes a racionar cada gota de agua.
Un informe publicado por la Oficina Central Palestina de Estadística (PCBS) y la Autoridad Palestina del Agua (PWA) reveló que la cuota de agua per cápita se ha desplomado un 97%, pasando de 84,6 litros diarios antes de la guerra a entre 3 y 15 litros en la actualidad.
Los datos indican que la cantidad disponible en la actualidad no supera el 10-20% de la cantidad total de agua que se suministraba a la Franja de Gaza antes de la guerra, que es inestable, depende de la disponibilidad de combustible para hacer funcionar los pozos y plantas desalinizadoras que quedan y se ve muy afectada por la repetida crisis de desplazamientos.
Agua de mar salina y la desalinización primitiva
En una escena que refleja la profundidad de la tragedia, miles de gazatíes se han visto obligados a recurrir al agua de mar para lavarse y bañarse, mientras algunos intentan desalinizarla de formas primitivas como la evaporación mediante fuego de leña, con escaso éxito. Las plantas desalinizadoras internacionales, que solían ser el único salvavidas, están fuera de servicio en un 95% debido a los cortes de electricidad y la escasez de combustible, lo que obliga a los residentes a esperar en colas de horas para obtener 20 litros de agua cada dos semanas.
Se cavan pozos a toda prisa, pero el agua no es apta para el consumo
En un rincón del campamento de Deir al-Balah, Ahmed Sharaf se para frente al "pozo de la sed" que cavó con su propio esfuerzo, tratando de salvar a 300 familias de la sequía. Pero el agua bombeada de este pozo, de 22 metros de profundidad, no es más que un "veneno mortal" -como él mismo la describe-, ya que su salinidad duplica la norma internacional, lo que la hace no apta ni para lavarse, y mucho menos para beber.
Después de que el municipio de Deir al-Balah dejara de bombear agua, Sharaf se vio obligado a construir este pozo artesiano alimentado por energía solar para distribuir agua gratis (o casi gratis) a las familias por tan sólo 10 dólares (9,12 euros) al mes. "La gente espera horas al sol", dice, examinando las cañerías y el voltaje restante de las baterías de energía alternativa: "La gente espera horas al sol, y algunos se van sin su parte".
En una escena que personifica el colapso total del sector del agua, decenas de personas llevan desde el amanecer haciendo cola frente al pozo, cargadas con botes de plástico desgastados. Sharaf dice: "Algunas familias reutilizan el agua tres veces: Para lavar, limpiar y tirar de la cadena".
La peor crisis en décadas
La Franja de Gaza se enfrenta a la peor crisis de agua en décadas, ya que la reciente guerra provocó la destrucción de casi el 70% de la infraestructura de agua y saneamiento, según la Unión de Municipios de Gaza. Según Hosni Muhanna, portavoz de la Unión, la destrucción ha afectado especialmente al norte y al sur de Gaza, interrumpiendo por completo la prestación de servicios básicos a la población.
Para empeorar las cosas, Israel sigue bloqueando la entrada de equipos pesados y materiales de reconstrucción, impidiendo cualquier intento serio de reparar las redes de agua que siguen dañadas. El panorama actual en Gaza muestra camiones de agua sin esterilizar que forman largas colas frente a los puntos de llenado, mientras los residentes esperan durante horas para llenar recipientes de plástico desgastados, en un proceso de transporte primitivo que expone el agua a la contaminación y aumenta el riesgo de epidemias.
Las cifras oficiales revelan que 39 pozos de agua han quedado completamente destruidos, mientras que otros 93 han sufrido graves daños, y sólo funciona el 17% de los 284 pozos subterráneos. En las destruidas calles de Deir al-Balah, Nabil al-Buhaysi tira de su carro de madera con un depósito de plástico que contiene esta sustancia vital, intentando vender un "vaso de agua" a los sedientos transeúntes.
Pero lo que antes era un bien al alcance de todos por 5 shekels (1,20 euros) es ahora un lujo, ya que el precio ha subido a 70 shekels (16,87 euros) por vaso. "Hoy la gente compra agua como si fuera oro", dice Al Buhaysi.
La tragedia reside en los detalles que relata: la planta desalinizadora de Deir al-Balah -que se ha convertido en casi la única fuente de agua potable de la zona- sufre a su vez la escasez de combustible y el colapso de las piezas de repuesto. Lo que antes de la guerra le costaba 3 shekels (0,72 euros) para llenar un vaso, ahora le cuesta 30 shekels (7,23 euros) cuando sale de la planta, antes de venderlo por 70 shekels (16,87 euros) tras contabilizar los costes de transporte de la gasolina o el gasóleo comprados en el mercado negro a precios astronómicos.
Los desplazados del norte de Gaza luchan por acceder al agua potable
En los superpoblados campos del norte de Gaza, conseguir un vaso de agua potable se ha convertido en una batalla diaria para los desplazados. Musa Alyan, miembro del equipo de la iniciativa 'Misericordiosos entre ellos', relata cómo los proyectos de suministro de agua han pasado de ser una obra de caridad temporal a convertirse en un salvavidas esencial para miles de familias que viven hacinadas en tiendas de campaña que carecen de las necesidades básicas para vivir.
Alyan afirma: "Lanzamos iniciativas de riego a largo plazo debido a la gran escasez de recursos, y tratamos de ahorrar esfuerzo y tiempo a los desplazados internos que viven en condiciones inhumanas". Sin embargo, esta misión se enfrenta a muchos retos, entre los que destaca la escasez de combustible necesario para hacer funcionar los vehículos de transporte de agua, además del miedo constante a ser blanco del Ejército israelí.
Cuando un vaso de agua en Gaza se convierte en un sueño lejano
El coste del transporte de agua se ha encarecido de forma sin precedentes, ya que el precio de un vaso de agua potable alcanza entre 150 y 200 shekels (36,17 y 48,22 euros), lo que significa que el coste de llenar un vehículo puede llegar a los 1.000 shekels (241,12 euros). "Nosotros, como equipo, cubrimos estos costes con ayuda y proporcionamos agua gratis a los desplazados internos y a los refugios", afirma.
Pero estos esfuerzos siguen siendo pequeños en comparación con la magnitud del desastre. Um Mohammed Washah, una desplazada de uno de los campos, relata su sufrimiento: "Esperamos cuatro días enteros a que lleguen los vehículos de distribución de agua, y luego hacemos largas colas bajo un sol abrasador para conseguir nuestra parte".
Esta madre tiene que acarrear ella misma el agua desde el punto de distribución hasta su remota tienda, y luego distribuirla cuidadosamente entre los miembros de su familia para que les dure hasta la siguiente ronda, cuatro días después.
Grupos de derechos humanos, entre ellos Human Rights Watch y Oxfam, han acusado a Israel de utilizar el agua como arma al privar a los gazatíes del umbral de supervivencia establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), de entre 15 y 20 litros diarios.
Estas organizaciones afirmaron que estas prácticas pueden equivaler a genocidio según el derecho internacional, pero Tel Aviv sigue negando estas acusaciones, a pesar de haber cortado el suministro de agua y electricidad a la Franja de Gaza desde el primer día de la guerra, tras el ataque de Hamás en el que murieron 1.200 israelíes.
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