François Bayrou anuncia que pedirá un voto de confianza en la Asamblea el lunes 8 de septiembre

François Bayrou se enfrenta a un otoño político tenso. El lunes 25 de agosto, el primer ministro francés declaró que el país atraviesa "un momento de vacilación y agitación" que requiere "clarificación". "Francia se encuentra en una paradoja peligrosa: a la vanguardia y a la zaga".
"Nuestro país está en peligro porque estamos al borde del sobreendeudamiento", dijo también, explicando que la deuda francesa ha aumentado en 2 billones de euros en las dos últimas décadas. La deuda ha aumentado en "12 millones de euros más [...] cada hora de cada día desde hace 20 años".
El 15 de julio, François Bayrou ya había señalado que la deuda pública habría superado el 5,8% del PIB en 2024, insistiendo en que hay que evitar "dejar una carga insoportable a las generaciones futuras".
Un voto de confianza el 8 de septiembre
"Este año, la carga de la deuda se convertirá en el mayor presupuesto de la nación", dijo. "El año pasado fue de 60.000 millones. Este año será de 66.000 millones. El año que viene, en 2026, será de 75.000 millones en el mejor de los casos", explicó, antes de asegurar que no había "ninguna posibilidad de salir de esta si no tenemos en cuenta el destino". Para el primer ministro, la deuda era una cuestión de "soberanía" e "independencia".
El primer ministro rechazó la responsabilidad de los gobiernos en el aumento de la deuda pública. "No son los gobiernos los que consumen deuda. Año tras año, esta deuda colosal se ha gastado en gastos corrientes y en proteger a nuestros conciudadanos. La deuda somos todos y cada uno de nosotros", afirmó.
François Bayrou también pidió al presidente de la República "que convoque al Parlamento a una sesión extraordinaria el lunes 8 de septiembre. Ese día, comprometeré al Gobierno en una declaración de política general", dijo.
Medidas "cuestionables"
El primer ministro había desvelado una serie de medios para alcanzar el objetivo de su plan de austeridad presupuestaria, que propone un ahorro de algo menos de 44.000 millones de euros, en particular suprimiendo dos días festivos (el 8 de mayo y el lunes de Pascua), aumentando las franquicias médicas, congelando las prestaciones sociales y congelando las escalas fiscales en 2026, sin ajustarlas a la inflación.
Pero "debatir sólo las medidas es olvidar la necesidad de un plan global", explicó. No obstante, también aseguró que todas las medidas, como la supresión de dos días festivos, son "enmendables" y "debatibles". "La cuestión principal es si estamos de acuerdo o no en que en Francia está pasando algo grave", insistió.
Antes de este discurso se celebraron consultas con los interlocutores sociales, un enfoque destinado a demostrar la voluntad de diálogo y apertura que el primer ministro ha destacado en varios discursos a lo largo del verano, especialmente en su canal de YouTube, creado especialmente para la ocasión. Al reunir a los sindicatos y a los representantes de la patronal, el Gobierno pretende sentar las bases de un debate para intentar calmar la cólera.
Una cuestión esencialmente política para Bayrou
La posición del jefe del Gobierno es más que precaria, ya que se enfrenta a un reto de proporciones colosales. Su principal objetivo es evitar un escenario similar al que le costó el puesto a su predecesor, Michel Barnier. Barnier se vio obligado a dimitir el pasado diciembre tras sólo tres meses en el cargo, derribado por una moción de censura presentada por la oposición. Esta amenaza pende ahora sobre él y pone de relieve la fragilidad de su mayoría.
La Francia Insumisa ya ha anunciado que presentará una moción de censura el 23 de septiembre, cuando se reanuden los debates en la Asamblea Nacional. Para evitar este destino, la estrategia de Bayrou se apoya en dos pilares esenciales. El primero es consolidar su apoyo con el presidente de la República. Emmanuel Macron ya le ha mostrado públicamente su confianza.
Pero también va a tener que convencer a los franceses de las bondades de estas reformas, una tarea que está resultando mucho más complicada y cuya respuesta debería llegarle muy rápidamente como un efecto boomerang, el 10 de septiembre.
¡Bloqueémoslo todo!
La oposición al presupuesto cobró fuerza durante el verano. Lanzado por el colectivo ciudadano Bloquons tout en las redes sociales, el llamamiento a bloquear el país el 10 de septiembre encontró eco entre varias fuerzas políticas, entre ellas LFI, Les Écologistes y el Partido Comunista. Jean-Luc Mélenchon ha llamado incluso a una huelga general, pasando por encima de los sindicatos.
Por el momento, el Partido Socialista ha adoptado una postura más comedida. Oliver Faure, su primer secretario, se ha comprometido a apoyar el movimiento, al tiempo que discute alternativas presupuestarias con el Gobierno.
Por último, RN ha declarado que el partido de extrema derecha "no tiene vocación de organizar manifestaciones, y no dará instrucciones a sus partidarios". El partido dirigido por Jordan Bardella también anunció que propondría un "contra-presupuesto" con sus propias propuestas de ahorro.
El movimiento del 10 de septiembre, que comenzó en Telegram, no tiene un líder único. Su carácter espontáneo recuerda a los 'chalecos amarillos' de 2018. Pero aquí, la ira se centra claramente en la oposición a la austeridad del nuevo presupuesto.
En el lado sindical, aunque algunos celebran el "impulso", dejan claro que una movilización social debe discutirse"entre empleados" y no dentro del aparato del partido. El 1 de septiembre se organizará una reunión intersindical, como indicó la CGT en las redes sociales.
¿Cómo se organizará esta jornada?
No tiene ningún misterio y, como su nombre indica, se espera que el movimiento Bloqueemos todo desencadene bloqueos de carreteras, supermercados y refinerías, así como huelgas sectoriales, sobre todo en el sector del transporte.
También se habla de acudir masivamente a los bancos para retirar dinero y debilitar estos establecimientos, así como de negarse a pagar con tarjetas de crédito o simplemente a consumir. La idea del encierro voluntario también se ha visto en cuentas asociadas al movimiento.
Como vemos, todas estas iniciativas entran dentro de lo posible, pero a falta de una verdadera coordinación, o simplemente de participantes, podrían esfumarse rápidamente.
Sondeos desastrosos para el primer ministro
Este malestar general se refleja en los sondeos. Sólo el 18% de los franceses están satisfechos con la actuación de François Bayrou como primer ministro, según Ifop, 2 puntos menos en un mes.
En otro sondeo reciente realizado por el instituto Odoxa para el diario 'Le Parisien', el 84% de los franceses está en contra de la supresión de dos días festivos, que consideran un impuesto encubierto, y el 87% piensa que el presupuesto de Bayrou perjudicará su poder adquisitivo.
Las medidas más impopulares son el ahorro en sanidad para el 74% de los encuestados, y el 66% se declara contrario a la supresión de 3.000 puestos de funcionarios. Por último, casi dos tercios de los encuestados se declaran favorables a la huelga del 10 de septiembre. Por tanto, esta fecha podría representar un punto de inflexión en la relación de fuerzas entre los franceses y el Gobierno de François Bayrou.
Today