La presidenta peruana, Dina Boluarte, destituida en una votación exprés por "incapacidad moral"

El Congreso de Perú destituyó este jueves de manera exprés a la presidenta Dina Boluarte tras aglutinar cuatro mociones de destitución para declarar su "permanente incapacidad moral" para enfrentar la creciente inseguridad ciudadana y el auge del crimen organizado, cuando faltan escasos seis meses para las elecciones generales de 2026.
El Legislativo peruano aprobó las cuatro mociones para sacar a Boluarte del poder con 122 votos a favor de un total de 130, una cifra muy superior a los 87 que se requerían para que la iniciativa fuese exitosa, en una sesión donde la mandataria no se presentó ante el hemiciclo para ejercer su defensa.
La tarde del jueves, Fuerza Popular, Alianza para el Progreso y Renovación Popular —los principales grupos políticos que protegieron a Boluarte desde el inicio de su mandato en diciembre de 2022— anunciaron que iban a apoyar las mociones para destituir a la mandataria de 63 años, sellando así su destino político.
Según la ley, quien debe asumir la presidencia es el presidente del Parlamento, José Jerí, del partido Somos Perú. Sin embargo, los legisladores también tienen la opción de escoger a otro congresista. Para ello, Jerí tendría que renunciar al cargo y el legislador elegido para ser mandatario asumiría la presidencia del Congreso y luego la presidencia del país.
Un mandato marcado por la violencia y el descrédito
La primera presidenta mujer de Perú terminó así un mandato de dos años y diez meses desde que a finales de 2022 asumiese la Presidencia para suceder al izquierdista Pedro Castillo, del que era su vicepresidenta. Boluarte llegó al poder el 7 de diciembre de 2022 tras un convulsionado episodio en el que Castillo intentó disolver el Parlamento, pero el Legislativo contraatacó y lo removió del cargo por "incapacidad moral". Castillo está detenido de forma provisional mientras es juzgado por presunta rebelión.
Su Gobierno había iniciado con una mentira: aseguró que se marcharía en el caso de que Pedro Castillo fuera vacado o destituido. Esa promesa incumplida fue vista como una traición hacia los seguidores de Perú Libre, el partido que los llevó al poder, y representó una ruptura con una izquierda que, desde los Andes, buscaba una revolución.
Cuando cumplió cien días en el poder, su desaprobación rondaba el 80%. Hoy, que se marcha, su respaldo está por debajo del 2%. Incluso hay encuestas, como la del CPI, que le otorgan el 0% de popularidad entre los peruanos de 18 a 24 años. Cifras jamás vistas en cualquier otro jefe de Estado.
De la paz inicial que ofreció Boluarte, tuvo poco. "¿Cuántas muertes más quieren?", dijo desafiante, cuando la Policía y las Fuerzas Armadas ya habían acabado con la vida de medio centenar de ciudadanos que salieron a la calle a expresar su descontento en protestas sociales al inicio de su mandato.
Muertes por las que no ha pedido perdón, ni ha mostrado empatía alguna. A inicios de 2024, una mujer vulneró su seguridad y la agarró de los cabellos, en Ayacucho, una de las regiones con más fallecidos. Ruth Bárcena tenía rabia contenida: había perdido a su esposo en las manifestaciones.
Boluarte tampoco se mostró dialogante. No solo toreaba preguntas, sino que sus silencios con la prensa fueron prolongados, varios de ellos superaron los tres meses. A nivel diplomático, mostró sus carencias: se peleó con varios gobernantes del continente, aislando al país.
Entre ellos, el colombiano Gustavo Petro, a quien en una ocasión lo dejó con la mano estirada, o el mexicano Andrés Manuel López Obrador, quien la llamó "presidenta espuria" y se negó a cederle la presidencia protémpore de la Alianza del Pacífico.
Una trayectoria truncada por la controversia
Dina Ercilia Boluarte Zegarra, de 63 años y natural de Apurímac, pasará a la historia como la primera mujer que se cruzó la banda presidencial en el Perú, pero también como una de las mandatarias más rechazadas. Sus orígenes andinos, a los que solía recurrir cuando estaba en aprietos, tampoco le funcionaron.
"La protesta tiene voz y rostro indígena, y nos han tratado como sujetos manipulables que somos incapaces de transformar el país, o como violentistas. Dina Boluarte no hace honor a su procedencia andina. Podrá hablar quechua, pero ha golpeado nuestra dignidad", señala Tania Pariona, secretaria ejecutiva de la Comisión de Derechos Humanos.
Los colectivos feministas también se deslindaron de Boluarte, marcharon en su contra, e incluso sus voceras sostuvieron que su régimen estaba aliado con el patriarcado y era violento con las mujeres. Otro detalle que generó rechazo en la opinión pública a lo largo de su mandato fue su frivolidad: sus operaciones estéticas en secreto y sus joyas y relojes de alta gama a cambio de favorecer presuntamente con partidas presupuestales a gobiernos regionales.
El instinto de supervivencia, acaso la única cualidad que le reconocen los analistas políticos, se manifestó en su condescendencia con el fujimorismo. Boluarte no solo permitió que se indultara al autócrata Alberto Fujimori en 2023, sino que decretó tres días de duelo cuando murió en septiembre de 2024. Pero ni eso fue suficiente: la criminalidad desbordada hizo que las bancadas del Congreso que tanto la protegieron se le voltearan en la recta final.
Se marcha Dina Boluarte con sus discursos de Fiestas Patrias que batieron récord en tiempo y bostezos; se marcha con su indolencia hacia las víctimas de su Gobierno; se marcha sin haber capturado al líder de su expartido Perú Libre, Vladimir Cerrón, un prófugo que tuitea a diario y publica libros. El pueblo que no la eligió en las urnas no le dio tregua alguna, porque, dicen en las calles, nunca hizo nada para merecerlo. El apodo con que se le conoce será repetido incesantemente en las próximas horas: "Dina Balearte".
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